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‘Si no hay justicia no habrá paz’

El carismático boyacense Froilán Tiberio Casas Ortiz asumirá en marzo la Diócesis de Neiva. El carismático boyacense Froilán Tiberio Casas Ortiz asumirá en marzo la Diócesis de Neiva. El nuevo prelado, quien se ordenará ocho días antes, habló contra la corrupción, insistió en los diálogos de paz y en la liberación de los secuestrados. Ricardo Areiza LA NACIÓN, Neiva El sacerdote boyacense Froilán Tiberio Casas Ortiz, asumirá en marzo próximo la Diócesis de Neiva, ocho días después de su ordenación como Obispo. Aunque ha sido un carismático educador, con una larga trayectoria académica, nunca esperó ese nombramiento. Su nueva dignidad la estrenará en Neiva al lado del nuncio Apostólico Aldo Cavalli, quien presidirá la ceremonia de su nueva investidura. El religioso, de 63 años, nacido en Chiquinquirá, Boyacá, ocupa actualmente la Rectoría del Seminario Conciliar de Tunja. Casas Ortiz es licenciado en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en Filosofía y Ciencias Religiosas en la Universidad Santo Tomás de Bogotá. Fue ordenado sacerdote en 1972. El nuevo prelado reemplazará a monseñor Ramón Darío Molina Jaramillo quien culmina su carrera sacerdotal al cumplir  la edad de retiro forzoso, ordenada por el Código Canónigo. Tras una meritoria carrera sacerdotal, académica y pastoral,  Molina Jaramillo, pasará a retiros espirituales. El prelado cumplió 50 años de haberse ordenado sacerdote y 35 años como Obispo, de los cuales 11 estuvo al frente de la Diócesis de Neiva.  Monseñor Molina llegó en marzo de 2001, procedente de M Montería. El nuevo obispo de Neiva, consideró que mientras no haya justicia, no habrá paz, calificó la corrupción como una pandemia y se mostró partidario de persistir en diálogos de paz. No obstante reclamó seriedad y voluntad de las partes. -¿Cómo recibe este nombramiento? Recibo este nombramiento con mucho gozo, con mucha alegría. Un abrazo para ese queridísimo pueblo opita, al cual me unen vínculos de afecto sino de consanguinidad porque tengo familia nacida en Neiva y espero servirle al Huila, a mi iglesia que quiero tanto, y a todo el mundo a creyentes y no creyentes, porque todos merecemos respeto. -¿Coincidió con su visita a Neiva? Estuve en Neiva hace ocho días, pero en una fiesta familiar, aprovechando el cumpleaños de mi hermano Álvaro, en un encuentro fraterno. Incluso celebré la Santa Misa, hace ocho días en la Catedral de Neiva, confidencialmente. -Pero no hubo empalme. No (risas), yo no sabía nada de mi nombramiento. El señor Obispo tampoco sabía que yo iba a ser su sucesor. Yo oficié misa por invitación del párroco, a quien conocía en el Seminario. La verdad, yo no sabía nada. -¿Cómo se gestó su nombramiento? Bueno, el nombramiento de un obispo depende de su comportamiento, de su hoja de vida. La Nunciatura tiene un listado de sacerdotes que pueden ser obispos en el futuro. Y eso fue lo que pasó. El arzobispo de Tunja propuso mi nombre. -¿Usted esperaba el nombramiento? La verdad no, tal vez por mi edad, yo tengo 63 años, y nunca pensé que podría darse. Tampoco hice gestión alguna. Si se dio fue tal vez por mi ejercicio sacerdotal, mi entrega al servicio cristiano. -¿Cuándo será la posesión? La posesión depende primero de la ordenación episcopal. Esta ordenación será en la Catedral de Tunja, el señor Nuncio me ordenará como Obispo, junto con mi arzobispo monseñor Luis Augusto Castro. Eso es parte del protocolo episcopal. A los ocho días tomaré posesión como Obispo de la Diócesis de Neiva. -¿Es decir, no será inmediato? Por lo menos mes y medio. Es decir, a finales de marzo, más o menos. Eso tengo que definirlo ahora, en la Conferencia Episcopal que comienza este lunes. Allí tendré la oportunidad de dialogar personalmente con monseñor Darío Molina y concretar todo lo pertinente para la posesión. Con monseñor hablamos por teléfono, unas cuatro veces este fin de semana. -¿Con qué expectativas asumirá esta dignidad? Primero, con la expectativa de servir, ser un instrumento de Jesucristo para unir, para hablar con claridad, para recoger a todo el mundo, para condenar el pecado y acoger al pecador. -¿Qué piensa de la corrupción? Esa es una pandemia, que corroe a no solo a los órganos de poder; la corrupción es una pandemia que está enquistada en todos los estratos, de cero a ocho. La corrupción es una de las causantes de la pobreza en Colombia, porque los presupuestos se dilapidan o se los roban. Y somos los contribuyentes los que pagamos. -¿Cómo enfrentar este flagelo? Con la honestidad con el trabajo, con la rectitud, con pulcritud. Se contrarrestar con pulcritud, con transparencia. Es necesario recuperar la cultura de la legalidad. -¿Cómo interpreta el conflicto armado? El conflicto armado nace en la injusticia, los grupos armados se han levantado, lamentablemente, como consecuencia de la mala administración política del país. En esto todos somos culpables. El conflicto armado se supera generando ambientes de justicia, de respeto. Si queremos la paz, hay que trabajar por la justicia. La paz es la consecuencia de la justicia.  Y no con palomitas blancas ni con discursos, como conseguimos la paz. La paz es fruto de la construcción de la justicia. Si hay justicia habrá paz. -¿Es necesario persistir en diálogos con la guerrilla? Yo pienso que si, pero que haya seriedad, que no sea una pantomima para generar expectativas inocuas sino que haya voluntad de cambio. Estar hablando de diálogo con las armas en la mesa no, se debe hacer desarmadamente. Con la mentira no se puede dialogar. Cuando a uno lo engañan no vuelve a creer. Es necesario un ambiente de sinceridad para que los diálogos sean fructíferos. -¿La liberación de los secuestrados podría ser un primer paso? Por supuesto. El secuestro es un flagelo terrible, es algo que hay que condenar en donde quiera que se presente. El secuestro es un delito execrable que hay que combatir. Hay que liberar a todos los secuestrados y en ese escenario podríamos hablar de paz. Que se den hechos que demuestren voluntad verdadera de paz. -¿La iglesia estaría en condiciones de mediar en este proceso? Claro, todos los obispos, los sacerdotes que hacemos parte de este ministerio tenemos la voluntad. Por eso somos instrumentos de paz, pero no de intereses mezquinos. Tendremos que ser inteligentes, prudentes para no ser idiotas útiles de cada momento o de cada circunstancia.