La Nación
COLUMNISTAS

Silicona e hipocresía masculina por Carlos Bolívar Bonilla

Al caído caerle, parece ser la consigna contra las mujeres portadoras de los desafortunados implantes mamarios PIP. En medio del tremendo impacto psicológico que representa para ellas vivir con la amenaza real y latente de enfermar, ahora tienen que convivir con la censura sobre su decisión de haber cambiado sus pechos. Críticas muchas veces masculinas, provenientes de hombres que olvidan su responsabilidad en el asunto, pues ellos mismos reclaman y a diario alaban tetas voluminosas y erectas. En casos como este es evidente el poderoso papel del imaginario social consolidado sobre lo femenino, lo masculino y las relaciones de género. Los imaginarios hegemónicos se construyen en contextos históricos y culturales específicos para consolidar identidades, promover adaptaciones, afianzar y naturalizar dominios. Desde esta mirada, la identidad femenina instituida reside en ser objeto del placer masculino, de allí la necesidad de mejorar o resaltar los atributos eróticos exigidos por los hombres. Lo cual guarda estrecha relación con la concepción de la realización de la mujer: procrear, ser madre y esposa fiel, para obtener la protección de un hombre. En correspondencia con este imaginario instituido, ser hombre, ampliando la sugerencia de algunas feministas, es  pedirlo, putear, preñar, pelear y proteger. El hombre es el sujeto activo del placer que exige complacencia a su pasivo objeto, la mujer. Así, las relaciones de género se han naturalizado sobre una doble moral, la inequidad y el dominio masculino. Si las mujeres quieren tetas y culos más grandes y duros, no es únicamente por su propia decisión o capricho. En esta actuación existe también una clara presión del imaginario social, exacerbada por los medios desde la infancia, y encarnada en relaciones de pareja concretas, donde a la mujer se imponen como válidos todos los reclamos eróticos del hombre. Por fortuna, para el desarrollo de la humanidad no basta con los imaginarios sociales instituidos o hegemónicos. Para que la sociedad no se estanque emergen ciudadanos y ciudadanas en movimientos sociales con imaginarios instituyentes, alternativos o novedosos, que de manera dialéctica amenazan, desestabilizan y, a la larga, deconstruyen los tradicionales. Esta es la importancia de una nueva educación en y para la igualdad y equidad de género, que reformule la feminidad y la masculinidad. De momento es necesario insistir en que las mujeres que viven la dramática situación de ser portadoras de implantes PIP, no pueden ser culpadas como exclusivas responsables del drama, menos por los hombres que inventaron el cuento de que sin tetas no hay paraíso. Lo que requieren es comprensión y una buena asistencia psicológica y jurídica, en la pretensión de obtener el retiro preventivo de todos los implantes PIP. No se puede repetir el error de otro caso, el de cuestionar sólo a las muchachas por el embarazo adolescente, mientras se ignora o ensalza a los muchachos que las embarazan. +Docente Usco-Crecer.