La Nación
Sobre la pandemia de todos y la propia muerte 1 18 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Sobre la pandemia de todos y la propia muerte

José Joaquín Cuervo Polanía

 

Estos días han sido los más extraños de mi vida, días escatológicos, días lúgubres, no nos atrevemos a vaticinar si son el fin de los cimientos de una civilización o si son la ocasión última para definir el sentido de la vida y de la historia, no sabemos si al final de la pandemia podamos decir que fue una época de cambio o un cambio de época. Son tiempos raros, de evasión,  de una situación límite, la más calamitosa de toda la era moderna. No queremos ver en las pantallas sino la esperanzadora cifra de curados, pero nos dejan plasmados los datos de los más de mil muertos diarios de Italia o de España, los muertos pudriéndose en las calles de las ciudades ecuatorianas, los olvidados cadáveres de los viejitos de los ancianatos. Somos un manojo de incertidumbres  y pasivismos confundidos entre el temor, la paranoia y el pánico.  Todas las discusiones que se mantenían vivas; las de la política y la economía han cesado, todos  nos volvimos vitalistas,  ahora si somos parte del sueño de Nietzsche: “Nos tocó ser fieles a la tierra, a lo humano, a la vida”.

Eso sí, hoy podemos imaginar más fácil el fin del mundo que el fin del capitalismo.  Para algunos el gesto in extremis y el que quedó post mortem fue el de indigencia, abandono, de rabia  y a lo mejor, de odio egoísta.

Lo que parecía ficción es ahora una dolorosa realidad, sólo han faltado los Zombies deambulando por las calles, tratando de ganar vidas o contagiando la muerte. Los libertarios exigimos totalitarismos de control: que todos nos quedemos en la casa. Cualquier restricción es preferible y no el contagio. Podríamos estar asistiendo  a una refundación de los poderes públicos  y a la exigencia de un poder totalitario donde la percepción del ciudadano en cuarentena es lo de menos. Se ha despolitizado la economía, se ha politizado la medicina que es ahora el verdadero control social. Ahora la sociedad sólo cree en la vida desnuda (Agamben) estamos dispuestos a sacrificar las relaciones normales, el trabajo normal, el afecto normal, la política normal, ante lo excepcional y trágico que significa caer enfermos, morirnos inocentemente o  ver la muerte cercana en alguien a quien aprendimos amar muy tarde.

Que importa la libertad, hacer lo que me daba la gana, no me dejó aprender la lección que ahora la paradoja entre la vida y la muerte me hace comprender. Eso sí,   aún utilizamos  las noticias falsas, las teorías conspirativas, los arranques xenofóbicos, la desconfianza. Nos aferramos al egoísmo. Nos enfrentamos al dilema que significa el reinado de la barbarie y de la guerra de todos contra todos o la refundación del estado de naturaleza de la solidaridad.

La paradoja es que no pueden ser los tiempos del individualismo,  pero estamos todos encerrados, ensimismados y aterrados,  el pensamiento colectivo y la alteridad es la única forma para salir de la pandemia,  si existiera una vacuna social y democrática, seria esa de que o nos salvamos todos o nos jodemos todos. Todo es incertidumbre: no sabemos cuántos casos, no sabemos  si estamos contagiados o no, no sabemos si algún día nos harán la prueba de Coronavirus, no sabemos si estamos condenados a morir. Tiempo de preguntas inteligentes más que respuestas asertivas. Solo tengo un convencimiento íntimo y pesimista: Lo peor aún no ha pasado.