La Nación
COLUMNISTAS

¿Somos los más felices?

Una encuesta realizada recientemente por el barómetro global de felicidad, optimismo y esperanza en la economía, da como resultado que los colombianos somos los más felices del mundo, lo que parece a todas luces contradictorio ¿por qué tanto  optimismo, esperanzas y alegrías? si tenemos un entorno adverso, donde la revista semana en la misma época del sondeo, titulaba “2016: que año tan duro”, viéndose por la volatilidad del petróleo y de la tasa cambiaria solo nubarrones económicos, el conflicto armado dejando varios millones como víctimas. No es fácil encontrar explicación para este diagnóstico, pero quizá la respuesta la obtengamos si miramos parte de nuestra idiosincrasia, donde funcionamos con la onda de los acontecimientos, siendo olvidadizos y nos movemos de un extremo a otro con facilidad, sin tener en cuenta el justo medio, la posición equilibrada, así por ejemplo con nuestra selección de fútbol cuando ganan los consideramos el mejor equipo del mundo  y a sus integrantes como héroes nacionales, pero cuando pierden los calificamos  de villanos. Puede ser que lo que esté ocurriendo sea el efecto de las elecciones regionales  influidos todavía por las mieles del triunfo del elegido con quien  nos hacemos ilusiones, que todo va a cambiar y le damos la categoría a veces de “salvadores,” inclusive mentalmente les queremos borrar sus pecadillos ilusionándonos más de la cuenta, pueden ser los mismos pero nos tragamos el cuento de que no vienen  con las mismas.

En la psicología colectiva popular el optimismo del triunfo electoral es positivo pero hay que dosificarlo, que no haga pensar a algunos con el deseo de  que en el firmamento  de la política no hay más que ellos, que los perdedores en la contienda están "borrados del mapa", siendo esta una falsa apreciación, tanto así, que generalmente los elegidos de hoy fueron los derrotados en la contienda anterior. Los vencedores  tienen el mérito del triunfo pero no la absolución de sus pecados y menos  aquellos que tienen algunos “cables pelados”.

No creo que seamos los más felices del mundo, pero hay razones para ser optimistas, especialmente frente a la solución del conflicto armado, que nos trae un entorno favorable.