Para nadie es un secreto que el fútbol colombiano masculino ha sido un fracaso a lo largo de los últimos 4 años en nivel selección y a nivel clubes. En primer lugar, nuestro fútbol local no establece condiciones óptimas para mantener a los grandes jugadores dejando así nuestra liga sometida a la hegemonía Argetinobrasilera, solo hace falta ver el desempeño de los equipos colombianos en Copa Libertadores, en donde solo pasó de fase de grupos el Deportes Tolima en la edición actual de la Copa después de la campaña de Atlético Nacional en 2018; eso sin mencionar que salió humillado por Flamengo con un marcador global de 7-1.
En segundo lugar, una Selección Colombia sin identidad y sin carácter que se quedó afuera del Mundial Qatar 2022, fruto de un conjunto de malas decisiones tomadas por las directivas desde la Dimayor y la FCF; porque sin duda sobra el talento.
Ahora bien, seguimos apoyando fervorosamente a la Selección Masculina de mayores como si fuese el único equipo principal de una nación. No obstante, la realidad es otra; aún con el machismo, sexismo, misoginia y homofobia las tres selecciones femeninas de fútbol (Sub-17, sub-20 y de mayores) se abrieron su propio espacio a punta de resultados clasificando a todos sus mundiales y la de mayores ganando su cupo a juegos olímpicos.
Para la muestra de un botón el ex presidente del Deportes Tolima, el señor Gabriel Camargo hizo referencia al fútbol femenino como “un caldo de cultivo del lesbianismo tremendo”. Considero que no hace falta resaltar demás el sesgo cultural sobre las mujeres en el deporte, especialmente en fútbol, este artículo lo hago con el animo que dejemos de sexualizar y objetivizar a las mujeres en un ámbito tan esencial como el deporte y abramos nuestros ojos.