Sonatina marcial

¡Qué quiso el general! Es posible que el misterioso acontecimiento de un militar que en pleno escenario de guerra se transforma en turista, en compañía de una dama y un auxiliar camuflado de civil, y se dirige hacia sus enemigos encarnizados como a una cita romántica, tenga la explicación más prosaica y vulgar; de esas que corresponden a conductas absurdas cuando las mueve el dinero, la pasión o el odio. Pero creer que haya caído tan cándidamente en una trampa, no es fácil. Algo ocurre en el alto establecimiento militar, político y de gobierno. Cuando una clase dirigente y sus voceros no tienen claridad política y seguridad en sus actos, suelen ocurrir cosas que antes podrían tenerse por imposibles. En el inquietante caso del General Alzate, es evidente que una cosa piensa el ambicioso que desde arriba quiere perpetuar su gloria y gozar del poder, y otra quienes tienen el cerebro entrenado para utilizar todas las formas de lucha, incluyendo la traición y el engaño. Las dos partes utilizan las mismas palabras, pero hablan diferentes idiomas. Un general es un trofeo demasiado grande para quienes no han conquistado un ápice de jurisdicción territorial en su generosa guerra contra Colombia. Los últimos no tienen en sus libretos entregar secuestrados a cambio de nada y hacer gestos humanitarios y considerados. Desde un comienzo, esta es la gran equivocación de querer hacer un negocio de paz sin condiciones previas mínimas.

    Las Farc no son una fuerza lo suficientemente poderosa para tenerlas como contraparte en una guerra y hacerle concesiones importantes, como pudo ocurrir en otros escenarios como Centroamérica. Pero sí son un engendro capaz de sangrientas acciones para estremecer la sociedad; merodea en las sombras, bajo las selvas y en despoblados; pero desde allí imponen el temor a los ciudadanos, y quieren arrodillar al Estado. En realidad, son las principales responsables del paramilitarismo. Este es su subproducto, cuando impusieron la ley de la extorsión, el secuestro y el exterminio en el Magdalena Medio, la Costa y Urabá, especialmente en los años setenta. Quieren conciliar con su conciencia; pretenden hoy salvar su imagen y filosofía de guerra, buscando una justificación para su fracaso histórico. Carecen de dirigentes con la honestidad de otros revolucionarios que negociaron la paz con lealtad, buscando la vía expedita, sin complicar algo que puede ser muy sencillo si se es sincero; Navarro Wolf, por ejemplo. Para completar, el dogma comunista les enseñó que la patria no importa, que se puede sustituir por una abstracta solidaridad proletaria. Por eso, carecen de amor por Colombia y de respeto por la historia. 

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