La Nación
“Sufrimos de bipolaridad” 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

“Sufrimos de bipolaridad”

El estudio más reciente de la Asociación Mundial WIN-Gallup concluyó que Colombia obtuvo el nivel más alto de sentimiento de felicidad del mundo. No obstante, contrasta este resultado de sentimiento individual, con mayor pesimismo respecto del entorno. Un 83% de nosotros somos felices personalmente, pero sólo un 51% nos sentimos optimistas sobre el país y nuestro futuro colectivo. Hace parte esto de nuestra aparente enfermedad de bipolaridad que recuerda esa otra expresión de “viveza individual y bobería colectiva” que otrora describía Hernando Gómez Buendía como parte del almendrón de nuestra personalidad.

Lo anterior además en un escenario global en donde nunca como antes se había sentido un estado de ánimo tan pesimista. Una nueva pandemia de bajo estado ánimo. Según un estudio de PWC en miles de presidente de empresas del mundo, enfrentamos hoy el peor resultado de esperanza en el futuro en por lo menos 14 años de historia de la humanidad (peor incluso que durante la pandemia).

Superar esta bipolaridad es indispensable porque el optimismo colectivo es fuente de motivación, de productividad e incluso de crecimiento. Enseña la teoría de las expectativas, que estas pueden ser determinantes de un mejor estado de la economía. Pero superarlo, supone igualmente entenderlo. Albert Hirschman intento hacerlo sabiamente en los 50s describiéndolo como una especie de complejo que nos impide ver los avances de nación por estar pendientes de lo que nos hace falta, por desconfiar de las instituciones y reglas de juego o por destruir lo construido. Hoy esta nueva política polarizada, populista y mentirosa se nutre electoralmente de este complejo y lo ha exacerbado, en parte también porque es una política que busca culpables, exige derechos y nunca asume responsabilidades.

Llegó el momento de que hagamos un esfuerzo por cambiar el escenario. Sumémonos con todo aquello que construya proyectos colectivos en función del bien común, independiente de la orilla ideológica de donde vengan, construyamos en la diferencia, sobre esos mínimos comunes denominadores esenciales de sociedad (empleo, equidad, integridad, desarrollo, crecimiento, respeto, tolerancia, paz, veracidad, justicia, responsabilidad, etc.). Eso sí, sin nunca dejar de llamar la atención por todo aquello que vaya en dirección contraria de esos propósitos comunes, siendo duro con el problema y suave con las personas de donde vienen las ideas.

Lo anterior funcionaría mejor si logramos políticos que actúen con “P” mayúscula en su profesión y no defendiendo los intereses de sus hoy microempresas electorales, y funciona mejor si también no le hacemos tanto eco a aquellos que siguen en “p” minúscula.

Creo firmemente en que somos capaces de superar esta enfermedad psiquiátrica, y de construir con optimismo un mejor futuro para todos.

De postre:

Cuán fácil es gobernar descargando responsabilidad de nuestros actos y situaciones en cabeza de otros. Cuán fácil es también exigir derechos en el ejercicio de hacer oposición, sin responder por ello. Lo que nunca nos imaginamos es que ahora tampoco respondemos por la formación de nuestros propios hijos. Fácil es decir “no lo crie, esa es la realidad”, para una vez más descargar la responsabilidad. Se trata también de enviar mensajes de buen ejemplo a la sociedad.