René Jiménez Cobos
Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Proverbios 16:18
Judas Iscariote Era uno de los doce discípulos, vivía y andaba con Jesús, le conocía, le obedecía, sin embargo, su corazón estaba puesto en otras cosas. Ya conocemos la historia, Judas vendió a su maestro, a la persona que lo había elegido, perdonado y guiado durante un largo periodo por tan solo 30 monedas de plata.
El nombre de Judas es sinónimo de traición en todo el mundo. ¿Qué es la traición? Es el acto o conducta de deslealtad o falta de compromiso que existe entre dos o más involucrados. Es quebrantar la confianza de alguien y defraudarlo.
No puedo imaginar cómo Jesús podía tratarlo con amor aún sabiendo lo que pasaría. Cuando pienso en Judas, imagino a una persona falsa, a un amigo que nunca quisiera tener, a alguien vil, codicioso y con muy poca moral.
Pero si nos miramos en el espejo, también vamos a ver un Judas. Si lo analizamos, no somos mejor que él. ¿Por qué leer su historia y su manera de actuar nos causa tanta sorpresa si realizamos lo mismo? Amamos a Dios, pero si se presenta una oferta de algo que deseamos con todo el corazón, entonces realizamos un intercambio, a pesar de saber que no nos conviene y que no está en el plan de Dios para nuestra vida.
Traiciono a Jesús cuando cambio lo que él quiere para mí por un sueño que se encuentra lejos de él. No somos mejor que Judas, él traicionó a Jesús una vez, nosotros lo hacemos diariamente, y nadie dice “¡Miren, ahí va el traicionero!”.
Detengámonos un momento para reflexionar en cómo podríamos estar vendiendo a Jesús sin darnos cuenta. Dios no merece eso, si le amamos, hagámoslo de todo corazón. Mira qué hermoso es nuestro Padre, que a pesar de que muchas veces le fallamos, nos espera dispuesto a perdonarnos y ayudarnos a cambiar.
no sea que envaneciéndose caiga en la condenación. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descredito y en lazo del diablo. 1 Timoteo. 3:7