Las comunidades indígenas de Toribio (Cauca) se cansaron de la guerra. Sin armas le exigieron a las Farc detener la confrontación que destruye sus viviendas, sus vidas y sus proyectos de futuro. Hoy el Presidente Juan Manuel Santos encabezará el Consejo de Ministros. Las comunidades indígenas de Toribio (Cauca) se cansaron de la guerra. Sin armas le exigieron a las Farc detener la confrontación que destruye sus viviendas, sus vidas y sus proyectos de futuro. Hoy el Presidente Juan Manuel Santos encabezará el Consejo de Ministros. GINNA TATIANA PIRAGAUTA G. ENVIADA ESPECIAL / TORIBIO (CAUCA) Escondida en las verdes montañas caucanas, a solo pocos metros de la cúspide de la cordillera central y con una fuerte presencia militar, se encuentra Toribio, un pequeño municipio de vocación campesina, habitado en su mayoría por indígenas Nasa, quienes han padecido en soledad y abandono el horror del conflicto armado colombiano. El sobrevuelo constante de helicópteros, las casas destruidas, las esporádicas y fuertes explosiones de material bélico; contrastan con la unidad, organización y entereza de los grupos indígenas, que declararon su localidad como un territorio de paz. La arremetida de la guerrilla de las Farc del viernes pasado dejó 11 heridos civiles, 109 viviendas afectadas, 1.278 personas desplazadas y el Centro de Salud Comunitario totalmente destruido, según un censo local entregado a LA NACIÓN. Ante la arremetida los pobladores se rebelaron. A través de la emisora comunitaria convocaron a todos los comuneros de los resguardos de Toribío, Tacueyó y San Francisco. Con las autoridades indígenas del norte del Cauca y la guardia a la cabeza; fueron hasta donde se apostaba la guerrilla y les exigieron detener la confrontación. Y lo consiguieron. Sin embargo, su trabajo continúa. Registraron las casas aledañas al área urbana y decomisaron los tatucos y demás artefactos explosivos que encontraron a su paso. Derribaron las trincheras instaladas por la Policía y el Ejército nacional, sobre la vía principal que conduce a Caloto y pidieron tranquilidad para los 1.100 niños que diariamente recorren el trayecto para ir a estudiar. Se congregaron en el parque principal de la localidad y se declararon en asamblea permanente. Exigieron que Toribio sea un territorio de paz, que cesen las muertes, los heridos, los huérfanos y las madres que lloran a sus hijos fallecidos. Insistieron en una salida al conflicto armado en Colombia en cumplimiento a los mandatos comunitarios de la fuerza de la palabra, el dialogo y la razón, antes que la fuerza de los fusiles. Le pidieron al presidente Santos y a la guerrilla de las Farc, un dialogo abierto y público, en el que se excluya a los indígenas de la confrontación y a sus territorios de la militarización. Una masiva comisión de indígenas se desplazó hasta los campamentos guerrilleros con ese propósito. Con la fuerza de la palabra y la entereza comunitaria, viajaron en búsqueda de la esquiva paz. Mientras tanto, los presidentes de las juntas y de los diferentes resguardos se congregaron en la casa del movimiento juvenil indígena, para discutir las exigencias de la comunidad al presidente Juan Manuel Santos, quien orientará hoy un consejo de ministros a partir de las 9:00 a.m. para frenar restablecer la tranquilidad en la zona de conflicto. Radiografía de la guerra En menos de 10 años, los pobladores de Toribío han soportado más de 600 ataques guerrilleros a la estación de Policía y a las instituciones estatales. Hace tan solo dos días conmemoraron un año de la trágica chiva bomba que dejó a un policía y tres civiles muertos, 130 heridos, 117 viviendas totalmente destruidas, 534 casas impactadas y 651 más afectadas. La explosión se produjo el 9 de julio de 2011 en la humilde plaza de mercado de la localidad, en horas de la mañana, cuando los habitantes vendían y compraban los productos agrícolas que cultivaban en las parcelas comunitarias. Un año después del fatídico atentado, la ausencia del apoyo estatal es protagonista. Los grupos étnicos denunciaron que no recibieron apoyo del gobierno colombiano para la reconstrucción de sus viviendas ni de sus proyectos productivos. Los indígenas Nasa están en medio de la guerra. Se nutren de su unidad, organización y resistencia pacífica. “Las armas no defienden a nadie”, manifestaron, mientras los sonidos de la guerra retumban en las montañas, al son de sus cantos ancestrales. Con sus bastones de mando, la guardia indígena desmontó las trincheras y le quitó los ‘tatucos’ a las Farc. Los policías han resistido valerosamente los ataques de la guerrilla. Los niños, los principales afectados, imploran la paz. Las comunidades declaradas en resistencia civil contra las Farc. Desolación y cuantiosos daños materiales, deja los ataques subversivos. Fotos Sergio Reyes / Enviado especial