Trasfondo del paro cafetero. Por Gabriel Calderón Molina

El paro de caficultores,  fue  uno de los acontecimientos sociales y políticos más  significativos de los  últimos  años en Colombia.   No tanto por las conquistas alcanzadas en beneficio del mejoramiento de  sus ingresos, sino porque puso al descubierto un  trasfondo institucional,  por muchos desconocido, sobre de la Federación Nacional de Cafeteros, entidad otrora  eficiente en el manejo de los intereses de los productores. Sirvió también para poner  en evidencia que la  caficultura no podrá  sobrevivir  sino se adoptan políticas que  mejoren su productividad y  competitividad en un mundo en que ahora, casi   por todas partes,  se cultiva el grano y se avanza en la  producción de cafés de alta  calidad. Como  también,  para comprender  que  hay  fallas protuberantes en su  comercialización internacional. Baso  estas ideas en los escritos de conocedores de los problemas y debilidades que  afronta  la producción y comercialización del producto con el cual muchos colombianos fuimos  educados. Consciente de  esta  realidad, viene al caso algo que me tocó vivir en Ámsterdam, Holanda, mientras  me encontraba en esa  capital  en el año de 2005. Un día  entramos con mi esposa a  hacer  algunas compras en el centro comercial más importante de esa ciudad. Se me  antojó que debería comprar  café para llevar a la residencia de mi hija María del Pilar  donde estábamos hospedados. Una vez encontré  el stand de los cafés, no encontré una sola marca de café colombiano. Las había muchas, con marcas  de origen, de Vietnam, Malasia, Indonesia, Congo, Angola, Centro América, Bolivia, Brasil, Perú, Ecuador, etc., pero ni una sola de marca colombiana. Inquieto por lo que consideré  casi un imposible, pregunté y  supe que  Ámsterdam era una  las tantas  sedes  europeas donde  vegetaba un funcionario, hijo gomelo de la  aristocracia bogotana, de la Federación de Cafeteros que  cumplía dizque el papel de agente comercial  pagado  con el trabajo de los  caficultores. Y como allí,  los  hay en París, Berlín, Londres, Madrid,  etc. en Europa. De trasfondos parece que está  llena la Federación  de Cafeteros, convertida desde  hace  años en un nido burocrático de  recomendados que no fueron capaces de percibir a tiempo  las exigencias del mundo  globalizado que nos  obliga a  valernos de la ciencia y la tecnología para  poder  competir. Ojalá que las consecuencias del  paro no se  queden solo en subsidios, sino que se avance hacia la competitividad en la producción. De otro modo, la caficultora pasará  a la historia,  como ocurrió con el  trigo y la cebada que hoy se tienen que importar.

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