Todos los seres humanos, sin distinción alguna, tenemos rasgos que nos distinguen de los demás y es lo que en definitiva configura nuestra propia identidad. Sobre esa base edificamos un itinerario de vida en función de intereses y expectativas que repercuten de manera decisiva en los diversos ámbitos de la existencia.
Partiendo de esta consideración cobra fuerza el concepto de marca personal que si bien es cierto se halla asociado a relaciones de negocios como elemento diferenciador en la construcción de una buena reputación empresarial, más allá de apariencias externas o tendencias de moda, cultivar nuestra propia marca personal debería ser parte del propósito en el camino por la vida.
Bajo esta línea de reflexión ¿cómo podría definirse la noción de Marca Personal?
De acuerdo con Ortega, se halla «entre los activos más importantes de una persona» y se concreta en la imagen mental que se genera a la hora de relacionarnos, en armonía con nuestras actitudes y comportamientos. En términos prácticos, hace referencia a la percepción que se tiene respecto de una persona cuando alguien menciona su nombre.
Por consiguiente se estima necesario trascender con hechos y acciones en los diferentes planos existenciales y uno de ellos es justamente dejando positiva huella en la vida de las personas, dando lo mejor de nosotros mismos y convirtiéndonos en referente de vida, pues tal y como lo expresara el madrileño Andrés Pérez, experto en estrategia personal: «Si te centras en ti mismo no dejas huella. Tu marca tiene sentido si aportas a los demás».
De otro lado, si lo que buscamos es potenciar pero también preservar nuestra marca personal, resulta imperativo alinearnos con lo que se espera de nosotros, generando de una parte confianza y de otra siendo consecuentes con lo que pensamos, decimos y actuamos. No debemos olvidar que como cualidades personales resulta imperioso ejercitarlas en nuestro quehacer cotidiano.
En sintonía con lo expuesto ¿de qué manera consideras te perciben las demás personas?