Antes iban al Congreso los más ilustres y virtuosos personajes de la comunidad. Era un lujo el espectáculo de sus inteligencias brindado en el escenario democrático. Antes iban al Congreso los más ilustres y virtuosos personajes de la comunidad. Era un lujo el espectáculo de sus inteligencias brindado en el escenario democrático. Salvo, escasas excepciones, una buena parte de los miembros de los cuerpos colegiados, en la actualidad reparten su ignorancia por los distintos medios de comunicación, en reuniones públicas y en algunos foros. Por eso cuando les ponen un micrófono por delante o una grabadora expectoran insultos a granel para desprestigiar a sus antagonistas. Esa es una muestra palmaria de que un político sin cultura no es más que un fanático. En los países más avanzados, estas corporaciones son fundamentales para el pleno desarrollo y progreso de los pueblos, pero en Colombia es una de las instituciones más cuestionadas, no tanto por ella misma que es expresión de la voluntad popular, sino porque muchos de sus integrantes en las distintas épocas han estado vinculados a vergonzosos hechos de corrupción y de clientelismo político. En las últimas décadas Colombia se ha venido debatiendo en medio del caos político, económico y administrativo. Una clase politiquera corrupta se ha adueñado de varias palancas del poder. Entonces creció la burocracia en forma desproporcionada, se dilapidan caudales públicos y el afán de lucro ha sido el norte de muchos funcionarios. Además, el desempleo llegó a elevados niveles; el caos y la congestión en buena parte de la rama judicial, se ha constituido en factor de desestabilización; los partidos tradicionales y nuevos se han desprestigiado por completo. Cuando se promovió la Constituyente de 1.991, se alcanzó a discutir la tesis de eliminar nuestro congreso bicameral y optar por otro unicameral. Inclusive, con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente se avanzó en el cuestionamiento del Congreso existente. Al final, volvieron a triunfar los políticos y quedó constituido tal como lo estamos viendo. De todas maneras, el hundimiento del acto legislativo que pretendía reformar la Constitución vigente, cayó estrepitosamente y sus consecuencias han sido las de un verdadero cataclismo, cuyas verdaderas secuelas apenas se están analizando. Sin embargo, bien sabemos que el Congreso es una institución indispensable dentro de una organización republicana. Llegó la hora de rescatarlo de su actual decadencia, cuando ha sido tan duramente cuestionado por la opinión pública.