La Nación
Una grieta en la historia 1 20 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Una grieta en la historia

 

Piero Emmanuel Silva Arce

La actual situación de crisis provocada por la pandemia COVID-19 ha cambiado la vida en el planeta. Los gobiernos han tomado medidas para detener su propagación; el confinamiento ha sido la única opción que ha demostrado cierta efectividad a la hora de detener una enfermedad difícil de controlar y que ha producido situaciones graves en los países más desiguales y donde ha primado lo económico sobre la ciencia y la experiencia de otros Estados. Mientras los ciudadanos se adaptan a las nuevas condiciones, los diferentes gobiernos manifiestan su preocupación por la desaceleración económica producida en los últimos meses por causa de esta situación límite.

La percepción del tiempo ha cambiado y esta es una de las señales que indica que hay una ruptura importante en la historia; pensemos en el cambio de concepción del tiempo que trajo consigo la modernidad, las ciudades transformaron las rutinas que se vivían en los entornos rurales. Una cotidianidad mediada por los ciclos de la naturaleza pasó a ser dominada por los ritmos del mercado (lógica artificial), el reloj se amoldó a la producción, a la acumulación de capitales en pocas manos y al extractivismo de la fuerza de trabajo y de los recursos naturales a diferentes escalas, acelerando la construcción del mundo capitalista. El resultado, un individualismo exacerbado, crisis ambiental, concentración de riqueza, expulsión de pueblos y unas redes sociales que reproducen el acelerado ritmo de la productividad.

Además del cambio en la percepción del tiempo, el coronavirus ha dejado al descubierto las miserias de un sistema social inequitativo y excluyente. Algunos han planteado que el virus no es democrático y que, por el contrario, se ensaña con las poblaciones más vulnerables. La falta de condiciones de salubridad, las precarias condiciones laborales, sistemas de salud débiles y la acumulación de la riqueza en manos de unos pocos, son un coctel perfecto para que el virus se propague de una manera más fácil entre las capas medias y pobres de la sociedad. A quienes trabajan y estudian desde sus casas las cargas se les aumentan; en lugar de promover el cuidado, las instituciones imprimen ritmos agotadores, buscando, en una especie de superchería, seguir en “normalidad”.

A medida que pasan los días la crisis aumenta. Muchos han perdido sus empleos y otros ven amenazada la posibilidad de continuar en sus lugares de trabajo. Miles de familias penden de un hilo. Los gobiernos se preocupan por proteger las grandes fortunas; en esa lógica mercantil, lo que les pase a las mayorías son daños colaterales.

Investigador del grupo Estudios Políticos