La Nación
Una mirada hacia la familia                        La importancia de saber decir no 1 25 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Una mirada hacia la familia                        La importancia de saber decir no

Consuelo Serrato de Plazas

 

En palabras del ilustre exponente del realismo mágico Gabriel García Márquez: «Lo más importante que aprendí a hacer después de los cuarenta años fue a decir no cuando es no».

Entre las  habilidades comunicativas más importantes se halla la asertividad. Aunque no existe consenso sobre su definición, expertos en el tema la describen como una de las áreas que permite a lo largo de la existencia «aumentar la confianza y seguridad en sí mismo para resolver de manera satisfactoria los conflictos que surjan a partir de las relaciones que establezca con los demás».

Para Walter Riso, destacado psicólogo y especialista en terapia cognitiva: «La asertividad es la capacidad de decir no. De expresar desacuerdo. De dar una opinión contraria cuando alguien está violando mis derechos». Seguidamente lo concreta de la siguiente manera: «Hay veces en que por ser asertivos debemos herir los sentimientos de otras personas pero es que no nos queda de otra. Cuando son tus principios pues toca decir que no».

Desde esa línea de reflexión cabría preguntar ¿por qué en ocasiones nos cuesta tanto decir NO aun dejando de lado nuestros propios intereses personales?

Curiosamente una de las prácticas habituales en el ámbito social, laboral y personal se halla asociada con la incapacidad de algunas personas para hacer valer sus derechos o en su defecto decir NO a alguien o a algo, renunciando incluso a defender su propio criterio en el intento por eludir conflictos, temor a expresar desacuerdo o sencillamente para no herir sentimientos dicen que sí cuando lo que anhelan íntimamente es decir no.

De hecho al conjunto de comportamientos caracterizados por  mantener una actitud complaciente en menoscabo de la satisfacción de sus propios intereses y necesidades se le suele denominar «Síndrome de Wendy» patrón de conducta caracterizado por la necesidad de asumir responsabilidades y cargas excesivas con tal de hacer feliz a los demás ante la incapacidad de negarse y de paso agradar a todos.

Finalmente los dejo con la siguiente reflexión para la vida: «Y empecé a liberarme de todo lo que no era saludable: situaciones, personas, gustos y cosas. Lo llamaron egoísmo. Yo lo llamé amor propio».