Verdadero infierno. Por Jorge Guebely

El comentario de Elías Refrescante discurso del Papa: ‘…cómo me gustaría una iglesia pobre y para pobres’. Refrescante y difícil de alcanzar. Difícil para una institución cuya alta jerarquía se halla comprometida con la moral capitalista según los wikileaks del Vaticano. Aliada con el poder de hoy y de antes. Desde cuando sirvió al Imperio Romano y se convirtió en poder absoluto. Cuando se alió con la aristocracia europea y transigió más tarde con la moral de los comerciantes. Así, difícilmente volverá a sus orígenes: cristianismo primitivo, enseñanzas de Cristo y la Biblia; su verdadero sentido humano y teológico. El auténtico cristianismo consuela a los pobres pero combate a los capitalistas, a los que adoran dioses falsos. Dioses con ojos que no ven y oídos que no oyen: El becerro de oro. A los que toman su forma de oídos que no oyen y ojos que no ven. Los deshumanizados por el oro: ‘…al rico no lo deja dormir su abundancia’ afirma el Eclesiastés. Cristo los expulsa del templo y los excluye de su reino. ‘…difícilmente entrará un rico al reino de los cielos’. El mismo Francisco de Asís, de quien el Papa toma el nombre, se rebela contra la moral mercantil de su padre. Y hay suficientes razones: ningún obnubilado por la abundancia puede ser bendición para la humanidad ni para el planeta. Los carcome la enfermedad mental de la voracidad. Su mezquindad origina crímenes de lesa humanidad y de lesa ecología. Por cada capitalista satisfecho deambulan cientos de indigentes en las calles de ciudades. El apetito de algunas empresas capitalistas se sacia con la depredación de la naturaleza. Sus políticos ganan mercados planificando cruentas guerras y perpetrando matanzas de pueblos y culturas. Lo hacen porque son políticos cómplices, burócratas manejables, capitalistas menores. Cristo lo supo bien. El sanedrín, el que urdió su crucifixión, tenía funciones políticas. Actuaba, como ahora, sumiso a un imperio, el romano. Saduceos y fariseos formaban las fuerzas liberales y conservadoras de la época. Aristocracias sacerdotales y laicas dispuestas a liquidar su gente con tal de preservar su pobre poder político. Subordinación infame, horrendo festín de los poderosos devorando débiles. Oprobiosa cadena de sometimiento y vasallaje. Nada asegura el éxito del nuevo discurso papal, pero refresca. En muchos años, un Papa visibiliza explícita e insistentemente a los pobres, a las víctimas del capitalismo. Él lo sabe muy bien: es imposible un cielo en la tierra con esos insaciables que depredan la humanidad y el globo terráqueo, que han hecho de la tierra un verdadero infierno. lunpapel@gmail.com

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