Viviendo como los burros

Piero Emmanuel Silva Arce

“Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros”. Esto le decía José Arcadio Buendía a su esposa Úrsula Iguarán cuando llegaba a su casa asombrado por las historias de los gitanos sobre lo que acontecía en otras latitudes del globo. Melquiades y su pueblo conocían todos los rincones de la tierra y cuando llegaban al aislado pueblo, donde el tiempo parecía no trascurrir, ofertaban toda clase de objetos increíbles. Pronto fueron rechazados por los macondianos porque influían en la búsqueda de explicaciones sobre los fenómenos. Significaban una mentalidad científica.

El día en que José Arcadio, fruto de sus experimentos matemáticos, les reveló a las personas que la tierra no era plana sino redonda, fue tildado de loco. A pesar de los argumentos racionales, nadie, a excepción de Melquiades, pensó que su teoría fuera veraz. Imperó la idea más generalizada: la tierra, según la mayoría, era plana y las divagaciones de Buendía eran fruto de una influencia diabólica del anciano gitano que un día era viejo y al siguiente viaje había rejuvenecido por efecto de una sonrisa resaltada por una caja de dientes. Era más fácil seguir creyendo que la tierra era plana porque pensar en las explicaciones del lugareño era muy tedioso y atentaba en contra de lo establecido en el imaginario social. Algo que ya se sabía allende las fronteras de Macondo apenas era descubierto y nadie daba fe de la buena nueva. El espíritu de Cien años de soledad está vivo en nuestras mentalidades. Salimos a la esquina, nos topamos de frente con la miseria y con la desigualdad y creemos que la sociedad colombiana no está tan mal, no es necesario cambiarla. Nos enfermamos y el sistema de salud no funciona, pero no importa, quizá así sea en todo el mundo. Resignación. Al menos nos dan un acetaminofén. A las personas les dicen que les van a quitar una pensión que nunca van a tener y la reacción es furibunda. Las universidades se caen a pedazos, pero el mandato es simular que todo está bien. La fuerza pública mata ciudadanos en el Putumayo y los medios salen otra vez con que fue un error de cálculo; las versiones se contradicen y el hampa sigue reinando.

El papel de los Estados como garantes de los derechos fundamentales no es un invento nuevo. El Imperio romano garantizaba acueductos y carreteras. En Colombia hay zonas incomunicadas y las personas se mueren de sed y de hambre. No hay derecho a seguir pensando que tenemos que resignarnos a que nos traten como burros.

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