Mario Andrés Huertas Ramos
No podía resultar más inoportuno que, en medio de la altísima polarización que sufre el país desde 2010, se volviera a pensar en el histórico aforismo: “el que escruta elige”. Esta vez por cuenta de la confusión electoral desatada la semana pasada.
Claramente, el suceso ha desencadenado una crisis que lastima la organización electoral cuyo supremo objetivo es legitimar el proceso democrático. Ante esto, pienso que la crisis tiene que ser afrontada mediante una combinación de altísimas dosis de grandeza e institucionalidad.
En efecto, el mayor acto de grandeza debe venir del lado del Registrador presentando su renuncia. Y, en consecuencia, que los presidentes del Consejo de Estado, de la Corte Constitucional y de la Corte Suprema de Justicia nombren un Registrador ad hoc dado que la situación lo demanda con extrema urgencia y que el calendario no permite un concurso público para proveer el cargo.
Así, podrán entrar a operar el Consejo Nacional Electoral (CNE) y la Misión de Observación Electoral (MOE) a fin de despejar rápidamente todo manto de duda sobre los resultados y, obviamente, de la gestión del Registrador. Todo esto antes de la primera vuelta presidencial.
Igualmente, si se encuentran irregularidades, más allá del margen de error, se deben activar todos los dispositivos jurídicos para conocer de los delitos contra el sufragio y proceder a juicio.
Además, es un imperativo cambiar los jurados electorales porque ahí inicia la crítica implícita del adagio “el que escruta elige” y hacer la debida y pronta capacitación a un personal que no esté tan cuestionado y mucho menos vinculado, en parte, con el credo del Pacto Histórico.
Entre tanto, que los partidos y candidatos guarden prudente silencio, como acto de grandeza, hasta que la MOE y el CNE no entreguen el parte electoral tras el reconteo que ratificará o rectificará, según sea el caso, los resultados definitivos. Acto seguido, se podrá dar trámite formalmente a las reclamaciones ante las instancias correspondientes.
Cabe aclarar que, el reconteo no es un camino hacia un golpe de Estado, tal como lo dice el petrista Armando Benedetti, sino una atribución del CNE para que los jueces, en un acto de grandeza, se posicionen por encima de las interpretaciones literales de la ley 1475 de 2011 y se eleven al mandato constitucional que en su artículo 265 consagra, para efecto de plenas garantías, revisar el escrutinio.
Más aún cuando dicho procedimiento no ha terminado según los términos legales; por lo tanto, cabría la opción del reconteo para no darle vida nuevamente, en nuestros episodios nacionales, al proverbio “el que escruta elige”.
Efectivamente, lo que mejor pueden hacer por la democracia los directamente involucrados es evitar actitudes que lancen al país por los abismos pasionales que ya vivimos entre los años 30´s y 50´s, del siglo pasado, y que superamos solo gracias al Frente Nacional.
En conclusión, no debemos escatimar ningún recurso institucional a la hora de defender el régimen democrático. Esto para no darle pretextos a ninguno de los actores políticos que quieran desconocer los resultados e imponer su frenesí por encima del andamiaje institucional a costa de nuestra siempre estropeada imagen internacional.