La violencia, tristemente, sigue carcomiendo a Algeciras, municipio conocido en el Huila como la despensa agrícola del departamento, un apelativo que, por supuesto, no es fortuito. Representa lo rica que es esta tierra en materia agrícola.
Desafortunadamente, el sino trágico de la violencia se ha ensañado con esta pujante región y con mayor fuerza, en el último año, tiempo durante el cual han ocurrido tres masacres con saldo de 16 muertos, una cifra impactante.
Estamos hablando que 16 vidas fueron apagadas en el lapso de 365 días en tres matanzas. La primera de ellas se registró el 16 de julio de 2020. En esa oportunidad, fueron asesinadas cuatro personas. Luego, vendría una matanza más que dejó 3 muertos. Y la más reciente que fue la que ocurrió el 31 de mayo pasado con saldo de 9 víctimas fatales.
Evidentemente, algo está pasando –o está fallando– en Algeciras porque además de estas masacres, se ha presentado en el último año una ola de asesinatos selectivos, extorsiones y desplazamientos forzados. Campesinos, líderes sociales y excombatientes de las Farc, han sido, en su mayoría, las víctimas.
Y para quienes puedan pensar que lo de Algeciras no es delicado, aquí están las cifras de homicidios en los últimos años: en el año 2018 se registraron 6 homicidios; en 2019 hubo 12; el año pasado los asesinatos ya fueron 24; y este año ya van 22 crímenes.
Y todo parece indicar que la barbarie no va a parar. O al menos, eso es lo que se comenta entre los algecireños, quienes están cansados de semejante racha mortífera.
Ellos más que nadie saben lo que cada homicidio representa: más angustia, más zozobra, menos oportunidades, menos prosperidad. A quién, ciertamente, le va interesar invertir en una región acorralada por la violencia.
Mientras no haya una estrategia integral en favor de Algeciras, sus habitantes seguirán contando más muertos.