La Nación
“Yo estaba aprisionado por el lodo, inmóvil, y comencé a recordar” 1 19 abril, 2024
NEIVA

“Yo estaba aprisionado por el lodo, inmóvil, y comencé a recordar”

35 años después de la tragedia en Armero, Antonio Alberto Amor Uribe recuerda que despertó dos días después de la avalancha. El desastre natural borró todo lo más valioso de su vida, excepto sus recuerdos que lo acompañan ahora en Neiva.

 

De aquel joven Antonio Alberto Amor Uribe de 32 años, con dos hijas y esposa, quedan solo algunas fotos y recuerdos que nadan contra la corriente del paso de los años para evitar perderse por siempre, tal como sucedió, con lo más preciado de entonces, el 13 de noviembre de 1985.

Este viernes se cumplen 35 años de la tragedia en Armero, misma que borró del mapa a más de 23.000 personas, incluidas María Isabel Ávila de 30 años de edad, Milena Isabel Amor Ávila de ocho y Claudia Patricia Amor Ávila de dos.

Antonio Amor, un misionero cristiano oriundo de Barranquilla, asegura que hubo negligencia estatal y que nunca se realizó una inspección total de todas las personas afectadas por la tragedia.

 Un cielo en cenizas

Recuerda Antonio que aproximadamente hacia las cinco de la tarde arribó a Mariquita y que ya el pueblo estaba bastante desolado, los residentes al ver la cantidad de ceniza del volcán Nevado del Ruíz que les invadía, optaron por cerrar el comercio y encerrarse en sus casas, y otros por evacuar el lugar.

Llegó a su casa en Armero tras un largo viaje hacia las nueve de la noche, percatándose de algunas leves  lloviznas y cenizas del volcán. El hecho era inusual y la información sobre lo que podría acontecer también era escaza, así que optaron por quedarse, junto con su familia, en casa.

La expectativa estaba en el ambiente, hasta que el ruido de lo que pareciera ser una gran explosión les irrumpió la poca calma que les quedaba. El volcán se encontraba en plena erupción.

“Hacia las 11 de la noche escuchamos una explosión muy terrible, se fue la energía, nosotros estábamos en todo el centro de lo que sería luego una tragedia. Nosotros tratamos de salir a la calle, pero no podíamos, así que miramos por una ventana cómo venía bajando una gran cantidad de agua. Era la avalancha, ya no había nada qué hacer”.

Lo siguiente que recuerda de aquel miércoles 13 de noviembre, fue que su esposa estaba en otra habitación. Dos días después Antonio fue rescatado 20 kilómetros más debajo de Armero por un helicóptero de la Cruz Roja hacia las cinco de la tarde.

El mundo entero ya hablaba de la tragedia, de las miles vidas perdidas, heridos y afectaciones económicas. Antonio apenas y era consciente de su estado de salud.

En tinieblas

La ceniza ya se había ido, pero la mente de Antonio era un caos. La incertidumbre lo invadió.

“Yo estaba aprisionado por el lodo, inmóvil, comencé a recordar lo que había pasado, hasta que me rescataron en un avión. Luego me dejaron en un lugar donde estaban atendiendo a más personas de la tragedia, me pusieron un suero y me dejaron en el piso. Esa noche volvió a temblar, la gente estaba muy asustada. Yo tenía fiebre y dolor, pero nada grave. ”.

Lo que más se preguntaba era sobre dónde estaban sus dos hijas, su esposa y demás personas que por su profesión de misionero cristiano conocía. Los nombres de su familia no aparecían en ningún listado y nadie entregaba pistas sobre su paradero.

“No apareció nada, nunca más se supo nada de ellas. Nadie me dio un informe”, lamentó.

La familia en Barranquilla estaba al tanto de lo que sucedía, pero tampoco habían logrado mayor información, además de la que propiciaban los medios de comunicación.

La avalancha las borró del mapa a sus hijas y esposa y ni siquiera figuraron entre la lista de desaparecidos, aseguró el hoy veedor del sistema de salud, desde su nueva residencia en Neiva.

También desaparecieron Gloria Lara y Carmenza Cifuentes, dos misioneras que se encontraban en la casa.

Años después visitó su vivienda, pero decidió que no era conveniente continuar recorriendo esos lugares.

A sus hijas las buscó en varias sedes del Instituto Colombiano de Familiar, siguiendo pistas de algunas personas, pero nunca encontró rastro alguno.