La Nación
EDITORIAL

El maestro Olave

En una coincidencia quizá contradictoria, el fallecimiento del Maestro José Ignacio Olave Cabrera se ha producido mientras se festejaban los primeros 30 años de trayectoria de uno de sus legados musicales, el Grupo Libertad que dirige su multifacético hijo Faiver Olave Díaz. La partida del genial músico, profesor, compositor e intérprete de distintos instrumentos y con una sólida formación en el campo del llamado "arte de las musas", constituye pérdida irreparable para un departamento que, con toda fortuna, ha sido germen de notables hombres y mujeres dedicados al cultivo de la música vernácula, sobre todo de aquella que resultó de la feliz mezcla de los aires de los conquistadores españoles con los ya versátiles incas, quechuas y demás cultores prehispánicos desde las cumbres andinas.

El maestro Olave es quizá, el más alto representante de aquellos artistas del pentagrama con sólida formación académica y técnica del mejor nivel; no fue de la fama y el gran brillo espectacular que alcanzaron paisanos suyos como Jorge Villamil o de otros del país como Escalona, quienes suplían sus carencias de técnica con todo el influjo de sus talentos naturales, pero a cambio deja una herencia de formación en miles de sus alumnos, agrupaciones musicales como Alma Huilense y el Grupo Libertad, y una familia de hijos, nietos y bisnietos que han hecho gala de toda esa sapiencia paterna. Más de 300 composiciones incluyendo algunas del género clásico, conforman su legado magistral por pasillos, bambucos, danzas, torbellinos, guabinas, joropos, sanjuaneros, valses, paseos, porros, marchas y boleros. Y por más de seis décadas desplegó toda su capacidad al servicio de una tarea la más de las veces ingrata y poco recompensada en lo material pero con todo el reconocimiento social. De ello da fe el multitudinario acompañamiento que le han prodigado los laboyanos en su último adiós.

Desde muy niño José Ignacio Olave Cabrera dio demostraciones de su talento y amor por el arte de las notas y los instrumentos, a tal punto que a los 13 años ganó una beca para estudiar en el Conservatorio Nacional Música en donde permaneció hasta 1940, obteniendo las más altas calificaciones en teoría y solfeo, armonía, contrapunto, fuga, instrumentos de viento, metal y vientos Instrumentos de cuerda frotada, dirección de bandas, orquestas, coros y composición. Luego organizó y dirigió varias bandas municipales hasta cuando asumió la cátedra de música en la Normal Superior de Pitalito, donde miles de alumnos hoy ya entrados en años le reconocen no solo la sapiencia musical sino sobre todo su enorme condición humanística. Seguramente el influjo de su padre italiano fue elemento sustancial para esa destreza y afecto por las figuras que forman el aire con las herramientas que el ser humano forja para dominar los sonidos estéticos.

El Huila, Pitalito donde realizó sus mejores acciones y Paicol, su tierra natal, deben mantener el legado del maestro Olave y también, en unión de su familia, inventariar sus obras, producirlas y ponerlas al alcance de las nuevas generaciones para su perenne vigencia.

“El Huila, Pitalito donde realizó sus mejores acciones y Paicol, su tierra natal, deben mantener el legado del maestro Olave”.

Editorialito

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