Carolina Argüello Cruz/LN
José Eustasio Rivera Salas nació el 19 de febrero de 1888 en Neiva dentro de una familia modesta en grupo de once hermanos. Su niñez y juventud transcurrió entre los sonidos y aromas del campo en el caserío San Mateo, municipio de Rivera. Sin embargo, sus estudios los inició en la capital opita en el Colegio Nacional Santa Librada, años más tarde, su madre lo matricula en el colegio San Luis Gonzaga de la Mesa de Elías donde se conoce con Julián Motta Salas.
Es en el año de 1906 cuando escribe sus primeros versos dedicados a su señora madre. Rivera coge fama de poeta y es llamado por su espíritu rebelde y temperamental “la caña brava del Huila” durante su etapa estudiantil en la Normal de Bogotá. Su primer premio lo obtuvo en Tunja durante el concurso literario de los Juegos Florales donde se le concedió el Mirlo viudo.
En 1909 su familia sufre la muerte de su hermana Inés de sólo 17 años de edad, José Eustacio Rivera escribe ‘Diva o la Virgen Muerta’.
En 1912 ingresa a la facultad de Derecho de la Universidad Nacional y es el 3 de marzo de 1017 cuando recibe su diploma de grado como Abogado.
En 1921 escribe ‘Tierra de Promisión’ un libro de 55 sonetos en los que combinó el soneto clásico endecasílabo con los versos alejandrino, típico de la poesía modernista.
El 9 de febrero de 1923 escribe a la familia con motivo del primer aniversario de la muerte de su padre. A mediados de abril se encuentra en Yavita, presenta problemas de salud viajando a Panamá para un tratamiento médico especializado.
Para el año 1924, El poeta Rasch Isla realiza el contrato de publicación de La Vorágine con la editorial Cromos y la obra aparece en el mercado el 25 de noviembre de ese año, día de cumpleaños de la madre de Rivera.
La Vorágine es una obra de corte naturalista, considera una de las más importantes no solo de la literatura colombiana sino de la hispanoamericana, hasta el punto de ser considerada por muchos como la gran novela de la selva latinoamericana. Relata en primera persona la aventura de Arturo Cova quien huye de las convenciones sociales de la estrecha sociedad colombiana de principios del siglo XX. Esa huida lo lleva a los llanos orientales, extensa regíon de caudalosos ríos, donde se separa intempestivamente de Alicia, su compañera. La búsqueda de Alicia lo llevará a la selva de la amazonía colombiana donde Arturo será testigo de la penosa esclavitud de los trabajadores que extraen el caucho por parte de la casa peruana Arana. La selva, sus ritos ancestrales y sus alucinaciones, y la lucha incansable por sobrevivir en ella son los protagonistas de esta novela que narra además la tragedia social que padece Colombia.
En 1927 su obra ya es reconocida en Estado Unidos, publicada en el Suplemento Literario del periódico de New York Times con comentarios periodísticos en Rusia, Noruega y Japón.
Finalmente, el primero de diciembre debido a una fiebre alta y una espiración pulmonar, José Eustasio Rivera Salas fallece en la ciudad de Nueva York.
El cadáver llega a Barranquilla el 17 de diciembre, embarcado en el Vapor-correo Carbonell González, pasa por Honda, Mariquita, Ambalema, Ibagué, Flandes y Girardot, finalmente a través del Ferrocarril Central, llega a Bogotá, la noche del 7 de enero de 1929; se le rinde homenaje en cada pueblo por donde pasa. En Bogotá una multitud, entre representantes, senadores, empleados de ministerios, del ejército, periodistas, intelectuales y gente del común, formaron una multitud estimada en quince mil personas, le acompañan desde la Estación de la Sabana hasta el Capitolio Nacional, donde permanece en cámara ardiente. Sus restos fueron sepultados el 9 de enero en el cementerio Central.
Los datos y fotografías fueron tomados del libro ‘José Eustasio Rivera, Una Vida Azarosa’ de Félix Ramiro Lozada.
Primer poema de José Eustasio Rivera
¡Madre del corazón! Vayan mis torres
a decir con ansia lo que anhelo.
Soy por la ausencia que tu amor me roba
ola lejos del mar, astro sin cielo…
Diva o la Virgen Muerta
¡Oh, mi pálida muerta! Sensitiva del campo
que el agua sol de la vida marchitó con su lampo!
Yo sufría al verla enferma y, lanzándome afuera,
sollozaba donde ella mi dolor no sintiera…
Loco gasté mi juventud
“Loco gasté mi juventud lozana
en subir a la cumbre prometida,
y hoy que llego, diviso la salida
del sol tras otra cumbre más lejana.
Aquí donde la gloria se engalana
hallo sólo una bruma desteñida,
y me siento a llorar porque mi vida
ni el pasado fue, ni del mañana”.