Gabriel Calderón Molina
Somos muchos los huilenses y colombianos los que creemos que Colombia y el Huila están en deuda con San Agustín y su cultura precolombina que cubre los municipios de Isnos y Saladoblanco. “Es posible que otra hubiera sido su suerte si hiciera parte de Antioquia, o de la Costa”, me decía hace poco una dama española, que conoce mucho este país y que visitó la región arqueológica el año pasado, al comprobar las enormes falencias viales de la zona arqueológica, que impiden a los turistas disfrutar del impresionante escenario cultural, geográfico y ambiental irrepetible en Suramérica. Tiene razón la española. Es realmente un gran desperdicio para el desarrollo del Huila cerrar los ojos ante tamañas posibilidades para generar empleo y riqueza en este departamento que ofrece esta región.
Más aún, cuando el turismo es la gran alternativa que día a día se consolida en Colombia, en buena parte como resultado del proceso de paz con las Farc, que se está traduciendo en un evidente mejoramiento de la seguridad en la mayor parte del territorio nacional y que los países del mundo valoran como un hecho positivo. Las cifras lo demuestran: en el primer semestre de este año el incremento de turistas extranjeros que llegaron al país creció el 17%, mientras que su crecimiento en el mundo fue del 7%. En el Huila, en cambio, los visitantes al parque arqueológico disminuyeron considerablemente por el desastre vial de Pericongo que, según hoteleros de San Agustín, está impactando desfavorablemente la presencia de turistas en la zona arqueológica, sin que al gobierno nacional, le importe un carajo resolver el problema en forma definitiva. ¿Y qué decir del incumplimiento de los contratos que se firmaron en el gobierno Carlos Mauricio Iriarte para pavimentar el Circuito Turístico y la construcción de un nuevo puente sobre el Magdalena en el paso Pitalito – La Laguna? Nefasto caso. ¿Atribuible a la corrupción, o a las fallas de control del actual gobierno departamental?. La deuda con la zona arqueológica parece no importarle a nadie.