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El Huila: joven y pluricultural 2 30 abril, 2024
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El Huila: joven y pluricultural

El historiador Reynel Salas hace un recorrido cronológico de cómo el departamento del Huila ha logrado consolidar una identidad formada con base en múltiples culturas.

 

El Huila: joven y pluricultural 8 30 abril, 2024

Reynel Salas Vargas

Academia Huilense de Historia

 

El establecimiento del Huila como unidad político administrativa data de 1905. El 29 de abril de ese año se promulgó la ley de creación y el 15 de junio tomó posesión su primer gobernador, Rafael Puyo Perdomo. El territorio del nuevo departamento formaba parte de la Provincia de Neiva, creada en el siglo XVII, a la cual pertenecía, también, el sur del actual Tolima.

 

Una de las características del Huila es su diversidad cultural. Cuando los españoles llegaron al Alto Magdalena, encontraron que estaba poblado por yalcones, andakíes, paeces y pijaos; pero la estatuaria de San Agustín e Isnos habla de otros habitantes que vivieron allí en el pasado.

 

Los conquistadores exterminaron a los aborígenes. En consecuencia, sus empresas mineras, ganaderas, agrícolas y de comercio las llevaron a cabo con el concurso de esclavos y mulatos, así como con el reducido número de indígenas que sobrevivió a la invasión y con los tamas que trajeron luego de las vegas del río Caguán, en el actual Caquetá. También tomaron parte los criollos y pardos que surgieron del cruce racial y los blancos pobres. Así se originó un tipo cultural conocido, hasta hace unas décadas por la intelectualidad bogotana, como calentano.

 

Ese ser cultural, que a finales del siglo XIX comenzó a ser llamado opita, ha recibido diversas influencias culturales. Durante la Colonia y el siglo XIX, el camino real que comunicaba a Santa Fe con Popayán y Quito, y que atravesaba el actual Huila, le posibilitó el contacto con otras costumbres, como las propias del sur del Nuevo Reino y del Ecuador. La explotación de la quina en las cordilleras que enmarcan el valle del Magdalena, durante la segunda mitad del siglo XIX, trajo numerosos hacheros procedentes del interior del país, básicamente de Boyacá y del Tolima. Igual sucedió con el auge del caucho en el piedemonte caqueteño, cuya búsqueda se facilitó desde Neiva. La explotación de las minas de oro en la zona rural del occidente de la capital motivó la llegada de migrantes de Antioquia. Igual consecuencia produjo la desintegración del latifundio localizado en el sur del departamento, la Hacienda de Laboyos. En ese espacio, que hoy corresponde a Pitalito, Palestina, San Agustín, Isnos y, parcialmente, Acevedo, se asentaron muchos de los caucheros y quineros que descuajaron sus selvas. Sin embargo, a partir de los años treinta del siglo pasado el fenómeno de la migración fue más marcado y determinante.

 

Los procesos de violencia que se vivieron, entre otras regiones, en Cundinamarca, obligaron al desplazamiento de cientos de familias. Estas se asentaron en la parte baja de las estribaciones de las cordilleras Central y Oriental y allí construyeron su hábitat. Tumbaron los montes, extrajeron maderas, sembraron maíz, frijol, caña y frutales e iniciaron la caficultura como una empresa de carácter familiar y minifundista. El segundo periodo de violencia experimentado a partir del asesinato de Gaitán generó una nueva ola de migrantes hacia el Huila. Esta vez vinieron, principalmente, del Tolima, Valle y Eje Cafetero. Ellos perfeccionaron la caficultura e incorporaron a la cultura huilense sus costumbres y formas de trabajar. Al igual que a finales del siglo XIX, en esta época también se registró el desplazamiento interno de las gentes del Huila, desarraigo inducido por la violencia y facilitado por la construcción de las carreteras y la oferta de servicios.

 

Nuevas circunstancias continuaron animando la migración hacia el Huila. El “boom” del café durante los años setenta del siglo pasado hizo que cientos de cosecheros del Cauca y Nariño llegasen al sur del departamento, en donde formaron verdaderas colonias que mantienen sus costumbres. La avalancha del río Paez, en junio de 1994, propició que varias comunidades indígenas, procedentes del Cauca, se radicaran en el Huila, donde se afincaron con su cultura y su sistema político. Esta circunstancia ha hecho que La Plata vaya retomando la función que tuvo durante el periodo colonial y primeros años de la República. El desarrollo de la industria petrolera en el norte del Huila fue el motivo para que trabajadores del sector de los hidrocarburos, principalmente de la Costa, decidieran radicarse en su capital. La consolidación de Neiva como ciudad de servicios ha atraído a muchas familias en procura de educación, salud y empleo. Igual fenómeno vive Pitalito, ciudad que debió asumir un nuevo rol desde el momento en que se abrió la carretera al Putumayo, y se terminaron las nuevas vías que unen al Huila con el Caquetá y Popayán.

 

La experiencia del Huila como pueblo está caracterizada, pues, por la novedad que implica consolidar una identidad formada con base en múltiples culturas, las cuales se arraigan en la identidad del hombre que surgió en la Colonia y en las consecuencias comunes del desplazamiento y el desarraigo que ha experimentado.