La Nación
Juan David Huertas Ramos
COLUMNISTAS OPINIÓN

“Amazing decisions”

El título de este artículo hubiese podido ser otro, sin embargo, y dado que los anglicismos suelen tener tan buen recibo en la piscología del consumidor, quise utilizar un aparte del título del libro de Dan Ariely, “Amazing decisions. The illustrated guide to improving business deals and family meals”.

A pesar de ello, esta columna está lejos de ser una reseña. Empero, conviene mencionar que el contenido del libro es fascinante ya que nos muestra que los seres humanos, usualmente, tomamos malas decisiones porque mezclamos los parámetros de los dos mundos en los cuales vivimos de forma simultánea: el ‘mercado económico’ y el de la ‘interacción social’. Cada uno de estos universos tienen sus propias reglas y principios, por lo que, de mezclarse, tendremos muchos tropiezos, en los asuntos meramente transaccionales, como en aquellos en los que la empatía es lo más importante.

Naturalmente, este es uno de esos libros de economía comportamental que resulta de interés para especialistas pero también para curiosos que quieren entender de qué manera la piscología nos ayuda a entender las decisiones que tomamos a diario.

Este no es un libro de ficción literaria, aunque retrate los dilemas que tiene Adam, un personaje caricaturesco, para tomar decisiones adecuadas y eficientes. Las primeras en el universo social, las segundas en la esfera transaccional de la vida, por supuesto (Para analizar cada decisión, Adam cuenta con el soporte de dos seres mágicos que fungen como sus mentores en la estrategia que Dana ejecutó para enseñarle a Adam a tomar mejores decisiones).

En cambio, el libro de Ariely es un producto investigación que hace parte de una estrategia de divulgación científica. Pues, reconociendo que la temática no suele ser de dominio popular, y que los research papers tampoco son ampliamente demandados, este libro logra trasmitir en lenguaje sencillo a lo largo de una historieta curiosa, los hallazgos más relevantes de investigación.

Esto debería llamar la atención porque en muchas universidades, en las que se sufre el afán de producir artículos de investigación a escala, se pone de lado el objetivo del conocimiento científico que debe ser la mejora de la vida de las personas por vía de la democratización del conocimiento. De forma contraria, regresaríamos al despotismo ilustrado, suponiendo que la producción intelectual es comparable en ambos momentos de la historia de la humanidad.

Debe tenerse en cuenta que el conocimiento cumple con su función social cuando no sólo se transmite, sino cuando se logra su apropiación social, toda vez que esto tiene un rol transformador de singular importancia para mejorar las condiciones de vida.  De otra manera, la producción intelectual sólo servirá para engordar egos, tal vez para mejorar el posicionamiento de las universidades en los rankings, pero jamás, para resolver los problemas de las personas de carne y hueso.

Entonces, el reto consiste en generar conocimiento, pero divulgarlo con originalidad y creatividad.