La Nación
EDITORIAL

Caos y solución

En menos de 24 horas el país, con epicentro justamente en la capital de la República, vivió momentos de altísima tensión tanto por los impresionantes desórdenes registrados durante las marchas del jueves como por las medidas de choque anunciadas ayer por el presidente Juan Manuel Santos, incluyendo la radical decisión de militarizar diversas zonas con la presencia de 50 mil soldados, dando a entender que no había salida distinta a la de endurecer la postura y poner contra la pared a los violentos, al igual que a los mismos líderes de la protesta. Y como van las cosas, las determinaciones del Primer Mandatario parecen haber surtido el mejor efecto, aunque se deben analizar a fondo sus actuaciones y las de su Gobierno durante estas casi dos semanas de aguda crisis, la más difícil de este período presidencial y la más fuerte en el sector agropecuario en muchos años.

En varios aspectos la respuesta del Gobierno ante el paro no fue la mejor puesto que se advertían bandazos entre lo que el mismo Santos planteaba y lo que sus ministros hacían o habían hecho; igualmente los discursos del Presidente desestimando el primer día los alcances de la protesta y luego, como si no hubiese sido suficiente tal yerro, afirmando que no había paro nacional. Seguramente en términos dialécticos y gramaticales el Presidente tenía razón, pero cuando el mismo corazón del país y tres de sus zonas más fuertes en materia agraria estaba paralizadas, como Cundinamarca, Boyacá y Nariño, no era acertado tratar de restar impacto a la movilización.

Y si de medidas de alivio o paliativos para los campesinos se trata, lo que se ha acordado y negociado durante esta protesta, fácilmente se hubiese podido resolver hace varios meses cuando – al lado de las reclamaciones de los cafeteros – los paperos, lecheros y demás sectores pedían lo suyo que, visto hoy, no era tanto como para ameritar los gravísimos daños sufridos en estas dos semanas.

Ahora bien, queda abierto el debate de las responsabilidades políticas, y justo es reconocer y señalar que los males del campo colombiano llevan décadas en muchos aspectos y, especialmente, desde la apertura económica de los años 90 en el gobierno Gaviria se acentuaron varias de sus problemáticas, por lo cual tienen razón quienes alegan que a Santos le reventó una crisis crónica.

Y en ello muy bien que haya sido el propio Primer Mandatario quien reconozca tal situación y adopte medidas coyunturales, pero se quedan pendientes aquellas de fondo para prevenir no solo paros en el futuro sino, y sobre todo, darles a nuestros campesinos a lo que siempre han tenido derecho y les hemos negado sistemáticamente.

Cuando ya parece resuelta la crisis de la protesta agraria, quedan actores muy golpeados, sobre todo la dirigencia política y económica nacional, toda, que a punta de traumas como el vivido apenas advierten que ahora sí hay que apuntarle al campo. Lástima que se tenga que recurrir a vías de hecho para que se admita por fin un problema estructural que sigue sin soluciones de fondo.

“Lástima que se tenga que recurrir a vías de hecho para que se admita por fin un problema estructural que sigue sin soluciones de fondo”.

Editorialito

Es hora que los alcaldes y gobernadores, asuman en coordinación con el Gobierno Nacional las medidas que sean necesarias para restablecer la normalidad en las carreteras y evitar, que la crisis afecte a otros sectores, como ya viene ocurriendo.