La Nación
Juan David Huertas Ramos
COLUMNISTAS OPINIÓN

Colombia, un país de doble moral

Juan David Huertas Ramos

 

No me resulta extraño que Colombia sea un país de doble moral y que no haga mayor esfuerzo por corregir tan feo defecto.

En días pasados, el país se conmocionó porque algunos estudiantes de la Escuela de Suboficiales de Policía Simón Bolívar, ubicada en la ciudad de Tuluá, Valle del Cauca, representaron aspectos de la Alemania Nazi en el marco de una actividad académica, hecho que, por supuesto, llamó la atención de la opinión pública y generó estupor.

De hecho, las embajadas de Alemania e Israel en Colombia se pronunciaron oficialmente en rechazo de cualquier alegoría al régimen Nazi y sus prácticas sangrientas. En ese sentido, se desencadenó una avalancha de críticas contra la Policía Nacional y el director de la Escuela de formación en referencia, llegando a exigir la destitución inmediata del coronel, aduciendo que era inaceptable la exaltación del régimen Nazi dados sus escabrosos delitos.

Por supuesto, nadie puede negar la crueldad del régimen Nazi ni mucho consentir con cualquier forma de inhumanidad, sin embargo, me pregunto por qué razón ese estupor no es un asunto unánime en Colombia contra la barbarie.

Por ejemplo, son muchos los directores de entidades educativas en el país que permiten alegorías a la barbarie y aplauden soterradamente el uso de la simbología soviético-cubana, queriendo ignorar cuán escabrosos han sido dichos regímenes.

Incluso, personajes de la vida nacional han reconocido su admiración por gobiernos siniestros como el de Chávez y Maduro en Venezuela y nada ha sucedido con ellos.

Pero veamos un caso en concreto, el de la Universidad Nacional de Colombia. No entiendo sinceramente cómo han podido pasar tantos rectores por este claustro, como Antanas Mockus (1991 – 1993) o Moisés Wasserman Lerner (2006 – 2012), incluso, la actual rectora, Dolly Montoya, sin que se les destituya por permitir el uso de la simbología soviético-cubana y la veneración de figuras como Ernesto ‘Che’ Guevara y el cura Camilo Torres (ELN).

Resulta singular que el uso de la simbología soviético-cubana no cause conmoción en Colombia. Más aún, resulta extraño que el uso de la simbología guerrillera como las banderas de las FARC y del M-19 en el reciente paro nacional sea un hecho inadvertido por la ciudadanía y no merezca indignación alguna.

Si este país no fuese de doble moral, entonces, ¿por qué constreñir la representación del ejército Nazi en cualquier claustro educativo y callar de forma extraña frente a la exaltación de la simbología de regímenes igualmente oprobiosos al Nazi como el soviético y el cubano?

Esa doble moral en Colombia es la que ha dado pie para que algunos profesores sean castigados contractualmente por defender al Estado y exigir respeto a la Fuerza Pública mientras que aquellos que han confesado su semejanza ideológica y moral con algunos miembros de las FARC, el ELN y el M-19 han recibido el favor institucional.

 

Adenda. Si tanta indignación causa las prácticas Nazi, ¿por qué razón un sector del país no ha rechazado los campos de concentración de las FARC?