La Nación
COLUMNISTAS

Compulsión en la frontera

Ya el jumento chavista, hace unos años, amenazó el territorio patrio con sus armas relucientes recién adquiridas gracias a la bonanza petrolera; dilapidación, que hoy pone a llorar al sometido pueblo venezolano. La agresión continuó, con un bloqueo económico en la frontera, cortejado por la señora Cristina Fernández de Argentina, que resultó insostenible del todo gracias a las leyes económicas. Hoy resulta doloroso ver compatriotas que viajaron a la “hermana república” ilusionados por la riqueza fulgurante en la que nadaba el país de los adecos y copeyanos, expulsados después de que sus viviendas fueran derrumbadas por máquinas infernales del castro chavismo, con sus hogares divididos, con sus bienes perdidos. Marcar a los habitantes de un país por su origen, es una infamia que recuerda a Hitler. Lo hace Maduro con la arrogancia que le da su autopostulación de dictador de izquierda, redentor popular y enemigo del imperio. El expresidente Uribe señaló el peligro de un hombre derrotado por la democracia que quiere mantener en sus manos el poder sobre Venezuela a cualquier costo. Violar la ley de su país y los derechos fundamentales, no le representan límite alguno. Maduro es el arquetipo del mamerto atado síquicamente a los dogmas radicales de mediados del siglo pasado que no admite su fallida ideología. Que no puede reconocer su fracaso, porque se lo impide la gravedad del daño que ha ocasionado a su propio pueblo. La obsesión compulsiva por conservar el poder a toda costa, lo puede llevar a impedir también a cualquier precio el desarrollo de las elecciones programadas, de hecho ya aplazadas. Todo se puede esperar de un sujeto desesperado, obsesivo, contagiado por sus propios seguidores, minoría que participa de su fracaso pero goza de las mieles que le da controlar el aparato productivo de su nación. El resultado de este cuadro sicópata, suele ser la paranoia peligrosa que ha sido tan frecuente en la historia, que termina programando hasta la guerra misma para mejorar su imagen mediante el nacionalismo y justificar la eternidad de su dictadura. Lo que no pudo hacer Chávez porque la muerte se lo impidió, parece que el destino lo tiene programado para su sucesor. Convertirse en el opresor, el dictador, esta vez a nombre de la izquierda, como cualquier Leonidas Trujillo o Fidel Castro. No se puede subestimar. Tiene armas, tanques, bombarderos, comandos armados, cárceles, cuenta con fanáticos, asesores como Timochenko y represores educados en Cuba. ¡Ah! Y aliados traicioneros como la señora Córdoba y Samper el de Unasur.