La Nación
COLUMNISTAS

Con prima si hay servicio

El pasado 22 de julio se conmemoró el Día Internacional del Empleado Doméstico. En Colombia están incluidos en la categoría de empleados domésticos, quienes prestan en un lugar servicios de limpieza, cocina, cuidados de niños, jardinería y conducción de vehículos, entre otros. Con el inicio de la segunda legislatura en el Congreso, a las secretarías del Senado y Cámara están llegando todo tipo de proyectos. La representante Angélica Lozano de la Alianza Verde, radicó un proyecto que obligaría a pagarle prima laboral a las empleadas domésticas; iniciativa que ya cuenta con el respaldo del Gobierno Nacional. A su vez la representante llama la atención en el sentido de que este derecho “ha sido reconocido en otras partes del mundo, y solo ahora estamos hablando del tema en Colombia”. Si el proyecto pasa, se estaría haciendo justicia con las trabajadoras domésticas; pero puede ser contraproducente porque se puede disminuir la tasa de empleo. Hoy día, una persona que se desempeñe en el servicio doméstico, incluida la seguridad social y sus prestaciones cuesta mensualmente $812.400. Si pasa el proyecto para agregar la prima de servicios, esa suma se aumenta en unos $60.000 al mes.

Las queridas trabajadoras domésticas son un gremio grande y diverso, donde también hay manzanas podridas, pero la gran mayoría son mujeres buenas, que no rompen un plato y menos la vajilla. Se ganan no solo bien el mínimo, si no el cariño y la gratitud de sus patrones, y terminan siendo parte de la familia. No porque compartan el señor con la señora, sino porque ellas saben los secretos, los gustos, las angustias, los fracasos y los triunfos de sus patrones. Son cómplices y “madres” de los hijos de sus jefes; pero a veces lo toman muy en serio,  son intensas y más celosas que las patronas. También son importantes, porque hacen de ese bello pero ingrato oficio de cocinar todo un arte, incluyen platos típicos de sus regiones e  inclusive recetas internacionales.

Ellas saben todo: cómo le gusta el huevito al señor por la mañana. Saben de dietas y de las horas de los medicamentos. Son secretarias, enfermeras,  psicólogas, paño de lágrimas y le jalan al tarot. Otras veces son la flor del jardinero, el desvelo de los vigilantes y la protegida del policía de la esquina, que da la vida por ellas. Estas fieles servidoras que generalmente vienen del campo, son desplazadas y madres cabezas de familia, son valiosas y vitales en la sociedad. Y tienen que recibir no solo cariño y respeto, sino un pago justo, Porque es injusto que una empleada del servicio viva en la olla. No puede haber esclavitud, explotación y discriminación, con este millón de empleadas domésticas que trabajan en los hogares colombianos; porque ellas también son constructoras de paz.