La Nación
Costoso error 1 18 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Costoso error

El peor error de José Eustasio Rivera: haber nacido en el Huila, ignorado por muchos, odiado por la elite. Le castigaron su independencia, su esencia de escritor, su compromiso únicamente con lo humano del ser humano.

Lo odiaba la elite católica a pesar de su inmensa percepción sagrada del mundo; la conservadora, a pesar de su origen conservador; la liberal, por su percepción liberal de la vida.

Si hubiese nacido en Francia, tendría casa museo como Zola o Hugo; en España, como Cervantes o Lope de Vega; en Antioquia, como Carrasquilla o Fernando González. Pero nació en el Huila y no tiene nada.

Incluso, si hubiese nacido en algún pueblo fantasma de la costa, habría tenido la suerte de García Márquez en Aracataca. Sería un escritor vivo en su tierra natal. Tendría casa museo donde la juventud conversaría con él a través de sus obras. Los jóvenes leerían sin fin sus sonetos, su novela, su obra de teatro. Conversarían con nuevos creadores del arte: poetas, novelistas, dramaturgos, cuentistas, compositores, de aquí, de allá y más allá. Crecerían más humanos a través del arte. Construirían una visión más solidaria del mundo, menos mezquina, menos corrompida.

Como Gabo, Rivera viviría para el mundo y para su tierra natal. Pero hoy solo vive para el mundo y sobrevive para el Huila. Sobrevive gracias a espontáneos líderes culturales, a desprevenidos lectores. Sobrevive porque lo leen, lo comprenden y lo aman. Sobrevive porque el amor lo salva del olvido.

Pero el error persiste, parece eterno, y no hay casa museo. Nadie sabe con certeza su lugar de nacimiento: quizás donde operaba el podrido DAS o en cualquier lugar de Aguascalientes. ¡Enorme desprecio por lo mejor y desmesurada pasión por lo peor! Por los malos ejemplos, por deplorables personajes elevados a íconos: Gorky, un alcalde emproblemado por violar principios administrativos; Armando Ariza, un depredador de la salud; Carlos Julio González, un traficante de votos. Desastroso futuro regional.

Vergonzosa elite, enamorada de los buenos malos ejemplos, de la hipocresía. Lo dijo Gustavo Andrade Rivera en el manifiesto de Los Papelípolas. Comparó a Rivera con un “Guáimaro”, árbol frondoso cuyas sombras cobijaban la hipocresía elitista: lo citaban y recitaban hasta el empalago sin jamás leerlo. No lo comprendieron, ni entendieron su importancia literaria latinoamericana; ni, mucho menos, su grandeza humana. Se lo impedía la torpeza clasista, la costumbre de promocionar lo peor y desprestigiar lo mejor para conservar sus mezquinos privilegios.

Absurda paradoja: el más universal de los huilenses semi sepultado en el olvido local. Peor error… ¡imposible!