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COVID-19: Un día en una UCI de Neiva 1 26 abril, 2024
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COVID-19: Un día en una UCI de Neiva

Un equipo periodístico del Diario LA NACIÓN tuvo acceso a la Unidad de Cuidados Intensivos de la clínica Medilaser de Neiva.  10 pacientes con coronavirus, intubados, con oxígeno o ventilación mecánica hacen de este lugar, un espacio lleno de temor y zozobra. Esta es la experiencia.

 

Carolina Argüello Cruz

comunidad@lanacion.com.co

 

No puedo negar que cuando el gerente de la clínica Medilaser de Neiva, Mario Suaza, nos autorizó el ingreso a la Unidad de Cuidados Intensivos donde permanecen los pacientes en estado crítico por COVID-19, el miedo y un gran número de sentimientos encontrados se apoderaron de mí.

Con una risa nerviosa y expectantes a lo que pasa adentro, pisamos la línea de ingreso de ese lugar tan lleno de luchas, afanes e incluso desilusiones en el que solo se escucha el sonido de cada uno de los equipos que cumplen funciones fundamentales para mantener con vida a los pacientes; debimos cumplir con todos los protocolos que realiza el personal médico antes de ingresar.

Entramos a un cuarto donde reposan decenas de uniformes limpios para hacer el respectivo cambio de ropa. Encima de él, nos colocamos una bata quirúrgica, además una escafandra, tapabocas, guantes y cubre-calzado tipo bota. Con todos estos elementos de protección personal podríamos estar a salvo del contagio.

Sin embargo, ya estando adentro en medio de tantos pacientes portadores del virus, los protocolos aumentan y se deben cumplir con mayor rigurosidad. El lavado de manos, la utilización de guantes esterilizados y el respeto de las líneas demarcadas, hacen que el día a día allí se convierta en un conjunto de normas que se cumplen bajo la premisa de resguardar la vida y la salud, siempre bajo la amenaza de salir contagiado.

Los 10 pacientes que allí reposan, aislados y separados cada uno por un vidrio, tienen en común el estado crítico en que se encuentran como consecuencia del nuevo coronavirus, no se conocen entre sí y pese a ello cada uno con afectaciones diferentes, requiere una atención 24/7 con la esperanza que algún día salir victorioso.

Ver a los pacientes, en su mayoría, recibiendo oxígeno, intubados o con ventilación mecánica es una imagen imborrable. Todas personas indefensas, mayores de edad que jamás pensaron ser portadores de COVID-19, pero que ‘sin tocar la puerta, el virus los atrapó’. Muchos de ellos, llevan más de 15 días sin sentir una caricia, un beso o un abrazo de sus familiares.

Héroes de carne y hueso

En medio de la incertidumbre, es gratificante ver a quienes hacen parte del personal médico de esta sala. Su entrega, entereza y valentía los convierten en unos verdaderos héroes comprometidos con salvar vidas, así pongan en riesgo la suya.

El gerente de la clínica Mario Andrés Suaza, relata que uno de los momentos más conmovedores de esta situación, ocurrió el día que comenzaron a utilizar los elementos de protección personal.

“Eran las 7 de la noche e iba a arrancar el turno de la UCI y vi especialmente a una terapeuta cómo empezó a ponerse su traje, ella de espalda de donde estábamos nosotros y lo hacía con una resignación como diciendo es algo que debo hacer, ya me tocó. Obviamente ella no sabía que la estábamos viendo, pero se colocaba su indumentaria y a mí se me salieron las lágrimas porque esto es como una ruleta rusa de vivir o morir”.

Hasta la fecha, en Medilaser se han atendido 1.951 pacientes portadores de COVID-19, de ellos 1.833 han salido victoriosos y 93 han fallecido. Según las estadísticas los pacientes de mayor incidencia están entre los 30 y 39 años de edad.

Renato Castaño hace parte del grupo de seis médicos que dirigen esta UCI. Especialistas en Cuidados Intensivos, medicina interna, cirugía general, urgenciología, nefrología, neurología y demás especialidades que se requieran para el apoyo vital del manejo de estos pacientes. Afirma que este es un trabajo que se hace con pasión.

“Estos pacientes demandan demasiados cuidados y atenciones particulares que otros pacientes quizás no lo requieran dada la gravedad de su condición”, manifestó el doctor Renato Castaño.

Y es precisamente allí, donde el personal que labora deja de ser el médico, el enfermero o la aseadora de turno, para convertirse en la gasolina y en el empuje para salir triunfante de la enfermedad, pues cada palabra, cada gesto y cada acción cuenta para seguir luchando.

En esta Unidad de Cuidados Intensivos, laboran 20 auxiliares de enfermería, 4 jefes de enfermería, 4 intensivistas, 8 profesionales en terapia respiratoria y 4 fisioterapeutas, que se dividen en cuatro turnos.

Perder la batalla

Muchas personas allí han fallecido, algunos amigos, otros conocidos o no tan conocidos; pero ver morir a sus familiares en esta sala o a los padres de una de sus compañeras, fue para Maryoly Valenzuela Guilombo el peor momento vivido desde que inició la pandemia. Eso sin contar que tuvieron que despedir hace una semana a una auxiliar de enfermería que cumplía su misma labor.

“Yo era de las que pensaba que acá a Neiva nunca llegaría este virus, sin embargo, cuando se conoció del primer caso en Neiva, tampoco creí que fuera de la magnitud en que lo hemos vivido. Ver morir a los padres de una compañera nuestra, nos marcó. Fue lo más doloroso de toda esta situación. Ver a la gente en la calle, en fiestas y en viajes es una de las grandes frustraciones, porque hay quienes aún no creen y nosotros somos los que le ponemos el pecho a esta pandemia”, relató.

Ha llegado el momento en que inician el proceso limpiando la boca de una de los pacientes intubados, con una jeringa le enjuagan, y se finaliza con un proceso de aspiración para eliminar residuos. A pesar de estar inconsciente, el ceño fruncido en su frente da testimonio de lo doloroso que podría ser.

Cada grupo cumple con las seis horas que dura el turno, en ese tiempo deben suministrar medicamentos, realizar procedimientos, cambiar a los pacientes de posición y además llamar a las familias, que con gran ilusión rodean el celular para ver, así sea por un instante, a su ser querido.

Alimento para el alma

Cuando estábamos allí, una mujer que se acerca a los 70 años de edad, comenzaba a despertar y la reacción de los medicamentos la hacía alucinar. Llamamos a sus hijas y nietas quienes con palabras de ánimo y aliento le sacaron una que otra lágrima. ‘Tú puedes’, ‘ya pronto iremos por ti’, ‘ya falta poco’, ‘eres valiente’, ‘tranquila que todo está bien’; eran las frases que se escuchaban al otro lado del teléfono. Mientras la mujer pedía que fueran por ella y que no la dejaran sola, era el momento de colgar y avanzar a la siguiente paciente.

Entre el corre-corre que genera la Unidad de Cuidados Intensivos, todos pierden la noción del tiempo, el hambre y el cansancio se encargan de avisar que en poco tiempo terminará su turno de trabajo. Es la 1 de la tarde, el personal y nosotros debemos alistarnos para iniciar con un nuevo protocolo para dejar en la basura los virus que tal vez recogimos durante el tiempo que estuvimos adentro. Nosotros nos vamos, continuar con nuestra vida es nuestra obligación, mientras tanto, las víctimas del virus siguen allí, en una cama conectados a los monitores esperando que llegue su orden de salida.