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¿Educar para el amor?

Los graves problemas que se derivan de la falta de educación sexual en los jóvenes van desde la proliferación de embarazos no deseados hasta una amplia gama de enfermedades Los graves problemas que se derivan de la falta de educación sexual en los jóvenes van desde la proliferación de embarazos no deseados hasta una amplia gama de enfermedades, de la cual el sida sólo es la más peligrosa pero de ninguna manera la única. J. Antonio Correa Luna Especial LA NACION Francisco de Sales, en Introducción a la Vida Devota, exhortaba a la virtud conyugal; a los casados les proporcionaba un espejo natural cuando les proponía el modelo del elefante y de las buenas costumbres de las que daba prueba con su pareja: Nunca cambia de hembra y ama tiernamente a la que escoge, con la que con todo, sólo se aparea cada tres años y esto únicamente durante cinco días (…); antes que nada, se dirige al río en el que se lava todo su cuerpo, sin querer de ninguna manera volver a la manada hasta no estar purificado. Los graves problemas que se derivan de la falta de educación sexual en los jóvenes van desde la proliferación de embarazos no deseados hasta una amplia gama de enfermedades, de la cual el sida sólo es la más peligrosa pero de ninguna manera la única, además de situaciones de abuso por parte de los adultos. Por ello, vale la pena detenerse a analizar qué se entiende por educación sexual. En la historia de la cultura occidental ocurrió un episodio curioso: cuando ambas luces, la de la razón y la de la fe entraban en eclipse, el movimiento filosófico que provocaba la tiniebla recibió el nombre de Ilustración; se lo llamó también Iluminismo y a ese siglo –el XVIII– el Siglo de las Luces. Esta ironía siniestra recubrió de afeites prestigiosos y reivindicatorios la negación de la revelación divina y del vuelo metafísico de la inteligencia; la religión quedó encerrada en los límites de la mera razón y ésta reducida a explorar el campo de los fenómenos. No deja de ser curioso que el llamado Iluminismo se llamara así para contrastarlo con lo que ellos denominaban “la oscura Edad Media”. En un documento elaborado como respuesta y a la vez propuesta de trabajo en las aulas, se expone que “la sexología” no tiene en cuenta que existe una naturaleza humana. Por ello, hay un deber ser al que ajustarse y todo aquello que se desvíe de este camino constituye la puerta de entrada a los problemas que se pretende combatir. Por ello es que más que hablar de educación sexual se debería hablar de “Educación para el amor”. A partir de esta premisa aparecen los grandes ausentes: el amor, el matrimonio, la entrega, la familia, la maternidad y la paternidad. Es por esta razón que los jóvenes adolescentes no necesitan información, sino formación en valores: la educación sexual fundamentalmente trata de proporcionar información biológica sobre el funcionamiento de los aparatos sexuales masculino y femenino; información sobre cómo se realiza el acto sexual, la contracepción, el aborto, ‘el sexo seguro’, las infecciones de transmisión sexual (ITS), y presentar como normales toda una serie de prácticas aberrantes bajo el argumento de que son mitos, prejuicios o ignorancia lo que se ha tachado de cosas malas y que impiden el ejercicio pleno de su sexualidad a las personas, como la masturbación, el sexo fuera del matrimonio, la homosexualidad y las parafilias. El concepto de sexualidad llega a aceptarse a partir del siglo XIX como resultado de la observación minuciosa de que las prácticas sexuales eran mucho más variadas y amplias de lo que la propuesta religiosa ortodoxa prescribe o lo que el elefante fiel nos enseña. Aun así, el argumento de que se debe respetar la libertad de conciencia es más que aceptable. Educación para el amor, en todo caso, es justamente cuidar a nuestros chicos, acercarnos a sus problemas reales y acompañarlos. Respetar las leyes Desde que logramos recuperar la democracia y la libertad, hemos aprendido a valorar el Estado de Derecho y el respeto a las leyes. Este es el caso de la Ley de Educación Sexual que, en su texto, el cual fue ampliamente debatido por organizaciones de derechos humanos, de salud, de defensa de los derechos de la infancia, de igualdad de género, docentes, académicos, etc., establece que educación sexual integral es la que articula aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos”. Todo su articulado propone objetivos y acciones encaminados a garantizar derechos consagrados en la normativa vigente del país y en los pactos internacionales de Derechos Humanos. La información y la formación que las escuelas deben brindar a los estudiantes en materia de derechos sexuales y reproductivos deben ser científica y respetuosa de la diversidad incluyendo, por supuesto, la de creencias religiosas. La constitución de una sexualidad plena, sana y responsable debe ser un objetivo que se proponga la educación y avanzar para prevenir, por ejemplo, que niños y adolescentes sean víctimas de abusadores sexuales llámense pedófilos o empresarios de medios de comunicación visuales con su programación atestada de contenido sexoerótico y violento. El elefante fiel seguirá enseñando a los humanos lo que es la verdadera educación sexual. *MD Sexólogo Clínico jancore@telecom.com.co