La Nación
COLUMNISTAS

El fin del libro

Decididamente, si hay algo que refuta a toda clase de profetas, es la historia misma. Aun no entendemos las consecuencias de la explosión tecnológica que invade el mundo. Los libros sagrados, a menos que se interpreten con el auxilio de una bondadosa emoción mística; o audaces analogías y símbolos, es poco lo que pueden aportar para entender la naturaleza del mundo actual. Los lectores originarios de Juan, Ezequiel, Isaías y demás inspirados autores de la literatura apocalíptica, muy escasa información recibieron para vislumbrar, con algún acierto, lo que sería del mundo dos mil años después. La más reciente congregación de profetas para rescatar la humanidad de la pobreza, con lucha de clases, dictadura del proletariado y colectivismo, se encontró con otra historia en este siglo XXI. Las leyes del mercado siguen indicando, insensibles, quién es rico y quién es pobre. No nos liberaron del índice de ingreso per cápita ni de la dependencia de la iniciativa, imaginación y ansia de lucro del empresario privado.
Hoy, el mensaje de texto, el Facebook, el Tuiter, agrandan la subjetividad y el ego de cada individuo; al lado de una multitud, en su oficina, transitando por una calle o solo, el hombre moderno organiza su existencia frente a una tableta inimaginada por sus recientes antepasados. El ideal del individuo colectivo, integrado en una máquina de producción, en un paraíso socialista, está cada vez más lejano. Esto, a pesar de las marchas patrióticas, de maestros o indignados. También la ilustración e información, llega por segmentos, en la medida del deseo o necesidad ocasional, para cada sujeto particular, que elabora su cosmos a su manera, fraccionario, resumido, por separado. En este mundo sin valores ni sistema para interpretarlo, enervadamente individualista, el libro pasa rápidamente a las manos del anticuario, que también tiende a desaparecer; porque no hay espacios para contener físicamente lo que está allá, en el mundo virtual, en la nube cibernética, sin existencia tangible. Ya estamos invadidos por la música chatarra (Ringo Starr), por el relato corto, la noticia resumida, el best seller de corta vigencia. Todos estos cambios y transformaciones, se suceden cuando la naturaleza humana en el fondo sigue siendo la misma. De ahí lo delicado que es la posibilidad de que el humano manipule herramientas prodigiosas sin que su evolución personal esté acorde con el avance tecnológico. Preocupante una catástrofe nuclear a disposición de la locura humana, como la pérdida de la calidad de la vida interior del hombre moderno, desubicado del contexto natural de lo que solía ser su mundo real.