La Nación
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El norte del Huila. Por Eduardo Gutiérrez Arias

Acompañé a algunos alcaldes del Huila en la ceremonia de su posesión. Estuve en Baraya, Tello, Campoalegre y Palermo. El tiempo no me alcanzó para ir a Rivera, Yaguará, Gigante, Íquira, Agrado y Tarqui, donde hubiera querido estar presente. Es un acto reconfortante estar en estas ceremonias. Allí se respira optimismo, se sueña con el futuro y se da el compromiso de trabajo de los mandatarios para el desarrollo local. Algunas veces los sueños se vuelven realidad y otras, frustración. Tengo la convicción de que la mayoría de nuevos alcaldes del Huila saldrán adelante con sus programas. Conozco la seriedad, el compromiso y la capacidad de varios de ellos, así como de sus equipos de trabajo y sé que no defraudarán a sus electores. Pero de lo que deseo hablar en esta columna es del norte del Huila. Las ideas que expondré me surgieron a raíz de los discursos de posesión de Elizein Cano y Manuel Córdoba. Esta es una de las zonas más deprimidas del departamento. Allí existen los peores indicadores para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio con los que se ha comprometido el país para el año 2015. En educación, salud, vivienda, infraestructura vial y productividad agropecuaria, se está muy por debajo de los indicadores nacionales. La inversión pública ha sido escaza, los presupuestos municipales son muy reducidos y allí se concentran algunos de los peores defectos del alma opita: bajos niveles de asociatividad, falta de solidaridad, poco emprendimiento y altísima violencia. Sin embargo la subregión tiene potencialidades y oportunidades inmensas para su desarrollo: El Desierto de La Tatacoa, uno de los dos desiertos del país, la vecindad con los departamentos del Tolima y El Meta, en donde se proyecta el gran desolló agroindustrial colombiano. Baste recordar el proyectado distrito de riego Triangulo del Tolima, que incorporará 40.000 nuevas hectáreas a la producción agropecuaria y los 7.000.000 millones de hectáreas de la antillanura que también se aspiran integrar a la producción agropecuaria y que comienzan en las sabanas del Ariari en el Meta, a pocos kilómetros de Colombia y Baraya. La carretera Villavicencio – La Uribe –Colombia – Neiva en construcción, que unirá a Caracas con la cuenca del Pacífica en Buenaventura, sueño de Chávez y los venezolanos. El Distrito de Riego Venado/Boquerón, incluido en el Plan Nacional de Desarrollo y que irrigará 4.500 hectáreas de Baraya, Tello y Villavieja. Los nuevos alcaldes del norte entienden que se requiere de una gran unidad regional (asociación de municipios del norte del Huila) para sacar adelante sus mejores proyectos de desarrollo, como el mencionado distrito de riego, como el anillo vial turístico de La Tatacoa que debe comenzar en Aipe con un puente sobre el rio Magdalena, siguiendo por Villavieja, Baraya y Tello, para terminar en Neiva. También debe ser regional la construcción de una planta de tratamiento de residuos sólidos, un matadero de ganado,  un hospital de segundo nivel y un Centro Regional de Educación Superior (Ceres) para facilitar a las universidades y el Sena, llegar con carreras técnicas, tecnológicas y profesionales.