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El padre de Oliverio Lara

La prensa local se ha ocupado en estos días por traer a la memoria la muerte violenta de la cual fue víctima Oliverio Lara Borrero, uno de los más grandes empresarios colombianos nacido en el Huila. Oliverio Lara nació en Pitalito, tierra en donde su padre, el yaguareño Leonidas Lara se había desempeñado, entre 1891 y 1902, como administrador de la hacienda de Laboyos, un latifundio de 300 años que cubría los actuales territorios de los municipios de San Agustín, Isnos y la mitad de Pitalito.

Oliverio Lara heredó de su padre su enorme capacidad visionaria que lo llevó al cenit empresarial de este país. Su padre, Leonidas fue un hombre que mostró sus grandes dotes de emprendedor cuando transformó buena parte de esa hacienda en un territorio de producción agropecuaria cuyas huellas aún se perciben más de cien años después en el valle de Laboyos. La primera de ellas es la torre de la chimenea que se observa todavía en pie, en la vía hacia San Agustín, en el descenso hacia el río Guachicos, del ingenio panelero con cuya producción abastecía a varias licoreras del país. La segunda, son las instalaciones para el secado del café que existen en la actual Hacienda de Juntas y en el sector de Bruselas, producto de la siembra de 140.000 árboles de café, así como la casa, todavía intacta, donde nació su hijo Oliverio. La tercera, es la acequia de 24 kilómetros que construyó para llevar el agua del Guachicos por la zona de Contador, mover el trapiche del ingenio y atender el consumo humano y el de los animales que allí pastaban. Fue en el Valle de Laboyos en donde su iniciativa lo llevó al negocio de la producción y exportación de añil utilizado por la industria textil inglesa. Pero, tanto la hacienda, como Leonidas, fueron víctimas de la Guerra de Los Mil Días. Las fuerzas del gobierno saquearon de ganado, quemaron los cañales, pusieron bajo las rejas a su administrador, se apoderaron de ella e hicieron huir a las selvas a muchos arrendatarios cuya mano de obra era clave para la producción. Terminada la guerra fue devuelta a sus dueños, los descendientes del general José Hilario López. Leonidas intentó recuperar su producción, pero decidió trasladarse a Girardot en donde emprendió en nuevos negocios. “Leonidas Lara fue hombre de palabra, inteligente y buena persona”, decía mi abuelo, un campesino que trabajó a su lado, como arrendatario era. Oliverio Lara, su hijo, sacó las virtudes de su padre.