La Nación
COLUMNISTAS

EL VERDADERO TEMPLO

« No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado» (Juan 2,13-22)

Este 9 de noviembre la liturgia conmemora la dedicación de la Basílica de Letrán, la más antigua de Roma y de la Iglesia. Es la Catedral del Papa como Obispo de Roma. En su entrada se lee: Madre y Cabeza de toda las Iglesias de la Ciudad y del Mundo. Se llama Basílica de San Juan de Letrán porque tiene dos capillas dedicadas respectivamente al Bautista y al Evangelista.

El Templo de Jerusalén era para los judíos el lugar de la presencia de Dios. En él se guardaba el Arca de la Alianza, un cofre con los diez mandamientos promulgados 12 siglos antes en el monte Sinaí. El primer templo, edificado por el rey Salomón hacia el siglo X a. C., había sido arrasado en el año 587 bajo el imperio babilónico de Nabucodonosor. El segundo templo, fue construido en el mismo sitio por Zorobabel, del 520 al 515 a. C. Cinco siglos más tarde Herodes el Grande inicia su reconstrucción con mayor esplendor. En tiempos de Jesús todavía continuaba su restauración, y unos 40 años después, en el 70 es incendiado por el ejército romano, quedando sólo lo que se llama: “Muro de las Lamentaciones”.

El Evangelio muestra la actitud tajante de Jesús contra toda forma de comercio de la religión. Hoy podría repetirse este mismo episodio en muchos lugares en los cuales se trafica con la fe religiosa. “El celo por tu casa me devorará”, “Mi casa es casa de oración”, “y ustedes la han convertido en cueva de ladrones”. Estas palabras de Jesús, son aplicadas a las formas de mercadeo religioso que encontramos cuando se considera la relación con Dios como un asunto de compraventa. El Evangelio nos interpela a quienes tenemos la misión de hacer de la Iglesia un espacio en el que tenga lugar la verdadera relación con Dios.

La afirmación de Jesús: “destruyan este santuario, y en tres días lo reconstruiré”, hace referencia a su muerte y resurrección, pues el santuario del que habla es su cuerpo. Así como Jesús considera su cuerpo el lugar de la presencia de Dios, también nosotros podemos reconocer en la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, la continuación de esa misma presencia en la historia humana, una presencia que se actualiza en la Eucaristía, lugar por excelencia de la acción salvadora de Dios que llega hasta cada uno de nosotros. No podemos olvidar que somos el Templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros.

Cada uno de nosotros es un templo del Espíritu Santo. Conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos”. Preguntémonos: ¿Qué debo hacer para vivir como un auténtico templo de Dios? Para ser verdadero santuario de Dios, es preciso que el Espíritu Santo nos llene de Dios mismo, que es Amor, y expulse de nuestros corazones toda forma de egoísmo, de odio, de rencor, de envidia, todo aquello que en nuestras actitudes y comportamientos se oponga a Él.

Sugerencias al e mail: elciast@hotmail.com