La Nación
COLUMNISTAS

Estrategia del escándalo

El exceso de intereses rapaces en los dirigentes convirtió a Colombia en territorio de escándalos. Cada semana viene con el suyo. Cada noche, prohombres de la nación parlotean por televisión y radio sobre los alborotos de cada día. Y después de tanta algarabía lingüística, nada queda claro, el ventajismo político y económico lo oculta todo. Fertiliza el hábitat donde los más astutos usufructúan vergonzosos privilegios.

Toca soportar un procurador despotricando religiosamente contra el gobierno en su afán presidencial, un fiscal  vociferando por una reforma política a su medida. También a un pretel, ese hueco infinito de porquería, o a un expresidente con su verbo populista conquistando conciencias. A veces son los sagaces empresarios que sólo esperan dádivas de los gobernantes que eligen; otras, las encuestan que suben y bajan personalidades según intereses de cada momento. Ningún interés despierta el conflicto de cama entre Íngrid Betancourt y Juan Carlos Lecompte. Los colombianos de los barrios bajos están extenuados con la estéril y ridícula pendencia entre uribismo y santismo. Saben que si las Farc asesinaron a doce soldados de barrios bajos se debe a la miopía de los de barrio alto. La mezquindad genera guerrillas, bandas criminales, inseguridad urbana, contratistas corrompidos, políticos infectos, magistrados descompuestos…Horrorosa fronda de la podredumbre.

Ni siquiera interesó la algarabía en favor de Gabriel García Márquez. El montaje político constituye otra farsa, otro medio de arrimarse al árbol con mayor sombra pera lucrar brillo. Sólo a María Fernanda Cabal, tan desconectada del arte como casi todos los políticos, se le ‘chispoteó’ la sinceridad. Sin ningún rubor lo mandó a los infiernos por la amistad con Fidel Castro. Prueba fehaciente de que la política es origen de muchos dogmatismos, la más agresiva de las ignorancias.

Mientras tanto, el país se degrada en la inseguridad, la miseria y la ruina social y humana. El ruido sirve para tapar feas realidades nacionales: descomposición social, pésima educación, atraso científico y tecnológico, degradación ecológica, excesiva economía subterránea, instituciones estatales francamente desprestigiadas…La barahúnda constituye la estrategia política más sagaz para perpetrar delitos sin ser notados. Actividad recriminable que se alimenta con la ignorancia ciudadana. ‘Levanta un escándalo y triunfarás’ parece ser la consigna.

Los probos ya casi no existen en los mandos de la nación. Cada acto de un burócrata estatal presagia un fraude. Actuales y permanentes son las palabras del poeta Heine: ‘Todo delito que no se convierte en escándalo no existe para la sociedad’. Subrepticiamente nos atiborramos de bulliciosos delincuentes con títulos doctorales. Abundan los ejemplos.
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