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Francisco, el humanista

La visita de Francisco a Bolivia, Ecuador y Paraguay se enmarca en la más clara tradición evangelizadora del catolicismo y en su compromiso con los pobres de la tierra. Su mensaje social se ancla en los mandatos doctrinarios de los Padres de la Iglesia. Es, pues,  de un facilismo tonto asociar ese discurso con el comunismo o con la Teología de la Liberación, en la obsolescencia después del documento de Juan Pablo II en Puebla (1979). No se puede tapar el sol con las manos: el Capitalismo salvaje ha capturado la democracia y ha puesto a su servicio todos los resortes del poder. Y así lo denuncia el primer Papa latinoamericano. Lo que Piketty llama “la estructura profunda de las desigualdades”, se acrecentará mientras el gran capital siga financiando la especulación y no el desarrollo.  Aún no salimos de la crisis del 2008 a raíz de la cual el Estado, adelgazado por el neoliberalismo, tuvo que salvar los grandes bancos, que resurgieron sin perdidas, mientras se les impone a los pobres de Grecia, por ejemplo, una austeridad suicida.

No estamos exagerando, ni simplificando. Por esos carriles de injusticia corre hoy el sistema capitalista. Y era una obligación del Pontífice hacer el llamado a combatir la desigualdad agobiadora que compromete peligrosamente a la civilización occidental y a nuestros  valores éticos. Los pobres no crearon la pobreza, pero la sufren. ¿Cómo hacer para que la Justicia Social, tan cacareada, se convierta, en alimento, en educación, en salud, en ingreso, en sueldo mensual, que es lo más parecido a la felicidad, según Bentham?

No hay que confundir, Francisco es un portavoz de la Doctrina de siempre, que es un cuerpo de enseñanzas, para superar los conflictos, que busca, en este caso, una sociedad más equitativa. La disciplina a la que le corresponde pasar a la acción, es la Política. Mediante ella se conduce a los pueblos al bienestar. Esa es tarea para los hombres de la democracia. ¿Estarán a la altura?

Hace 124 años León XIII dio a conocer la Rerum Novarum, la primera encíclica dedicada a la cuestión social. Ahora, Francisco, retoma ese camino con la Exhortación Apostólica, La alegría de los Pueblos (2015): “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis”.