La Nación
COLUMNISTAS

Guerra gratis y educación costosa

Hace unas semanas en compañía de otras personas estuve presente en una reunión en la comuna seis de Neiva, con jóvenes que viven en esta comuna; algunos ya cruzaron el umbral de la mayoría de edad y otros están en capilla. Pero hay una amenaza que los caracteriza: Son jóvenes en riesgo. ¿Qué tipo de riego? En riesgo de tomar el camino de la delincuencia. Porque son jóvenes que fácilmente pueden estar transitando por combos o pandillas en donde pueden hacer los primeros “pinitos” para convertirse en verdaderos delincuentes que no sólo le ocasionaran un dolor de cabeza a su familia, sino también a la sociedad. 

Pero hay una seria posibilidad de no dejarlos tomar este camino. Porque ellos también tienen aspiraciones buenas. Es decir, son jóvenes que quieren hacer algo beneficioso para ellos y sus familias; son jóvenes que quieren ser alguien, explorando o explotando buenas habilidades que tienen.

En fin, son jóvenes que también quieren tener futuro pero necesitan que les abran esa puerta, la de un camino mejor. Una frase expresada por uno de ellos me llamó poderosamente la atención y resume la problemática social que tenemos, cuando no les brindamos a nuestra juventud reales posibilidades de un buen proyecto de vida. Este joven dijo: “Es que la guerra es gratis, en cambio la educación nos la cobran”.

Esta es una de esas frases difíciles de olvidar. Porque este joven tiene toda la razón. La guerra, en todas sus manifestaciones posibles, es gratuita. La guerra está a pedir de boca y abierta las 24 horas del día, como cualquier estanco, para el que quiere tomar ese camino doloroso. En cambio, como lo dijo aquel anónimo joven, la educación te la cobran. La educación tiene un costo y así sea pública, porque la educación de tipo privado es un lujo que no se da cualquiera.

Es por eso que el Estado debe diseñar y desarrollar programas para jóvenes en riesgo de caer en la delincuencia que no sólo ofrezca lúdica, recreación y algún tipo de oficio, sino que implique un proceso educativo que culmine en la universidad y sin costo. Hay jóvenes en riesgo de convertirse en delincuentes que no desean hacer un curso de panadería, de ebanistería o de mecánica de motos; otros, tal vez sí lo quieren. Hay jóvenes que piensan más allá y quieren ir también a la universidad. Si realmente la sociedad y el Estado quieren desactivar esos espacios en donde el joven hace tránsito hacia la delincuencia, debe brindarles un programa integral con un camino hacia la universidad, en donde el único costo sea lograr un futuro mejor.