La Nación
Juan David Huertas Ramos
COLUMNISTAS OPINIÓN

Hablar mucho, sin decir nada

El título de esta columna podría hacer referencia a todos los discursos de Petro que, desde el 7 de agosto de 2022, hemos tenido que soportar. Sin embargo, el hablar mucho sin decir nada aplica para todo lo que este personaje ha hecho en la dignidad presidencial.

Indudablemente, sus mensajes son inquietantes del todo, pues, causan desconcierto e incertidumbre. Ahora bien, estos deberían suponer una preocupación a nivel nacional. Usualmente, sus ideas son inconexas, los supuestos argumentos que esgrime carecen de validez objetiva -ya que confunde sus propias convicciones con verdades absolutas- y el fondo de los discursos suele ser tan vacío como impostado su aire intelectual.

Para muchas personas, no sólo en Colombia sino a nivel internacional, Petro no es más que un loquito que dice cosas sin sentido. Situación en la que podría asemejarse a Hitler, el que pareciera merecer toda su admiración oculta, toda vez que no pierde oportunidad para revivirle de alguna manera.

Es el caso de su discurso pronunciado en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), el pasado 1° de diciembre de 2023 en el marco de la COP28 -UN Climate Change Conference ó Conference of Parties-. Este discurso es una pieza que poco contribuye al cambio climático en términos técnicos y científicos. De pronto, podría ser usado en una clase de “Análisis del discurso” sólo para advertir todo lo que no puede tener una intervención de un jefe de Estado en un evento de tal envergadura. Pero creo que podría servir mucho más como estudio de caso en una práctica clínica de psiquiatría para identificar posibles patologías del autor. Naturalmente, este no es un discurso de un verdadero líder, ya que su capacidad de comunicación es pobre en demasía.

En su intervención en la COP28, Petro intentó plasmar una relación, quien sabe de qué tipo, entre el cambio climático, Hitler y la legítima defensa que Israel emprende contra los ataques terroristas de Hamas (Legítima para mí, por supuesto, pues, Petro ha confesado estar del otro lado).

En lo que al fondo económico del discurso respecta, debe decirse que este es una manifestación expresa de la intención de deteriorar la economía colombiana a través de la no exploración de hidrocarburos, lo cual representa un golpe al corazón de las finanzas públicas dada la altísima importancia de este rubro para los ingresos del país. No puede olvidarse que estos recursos soportan la adquisición de bienes de capital (que garantizan la producción y, por tanto, la generación de empleo) y la inversión social (que, dicho sea de paso, y a pesar de su perorata, presenta deficientes niveles de ejecución a la fecha).

En ese sentido y, a manera de conclusión, debería considerarse si la rabia ambientalista de este ‘gobierno’ da lugar a responsabilidad alguna en materia de detrimento de las finanzas públicas, sin que ello ignore la importancia de estudiar alternativas responsables para lograr la anhelada transición energética (asumiendo costos razonables en lo económico-social) y la reducción de la dependencia que nuestro modelo económico tiene de los hidrocarburos.