La Nación
COLUMNISTAS

Huéspedes cleptómanos

Para desgracia nuestra, el robo se ha constituido en nuestra cultura una hazaña, ¡qué descaro! Se va haciendo común cada día la frase que ha tomado impulso: “El vivo, vive del bobo”. De modo que ahora robar es sinónimo de viveza y la viveza de inteligencia, ¡qué cinismo! Esta sociedad merece palo. Por eso vamos siendo víctimas de nuestro propio invento. Usted roba hoy, mañana lo robarán a usted y así se va extendiendo la cadena. Ser honesto en nuestra patria, en los países latinos y tropicales, como que está resultando ser un espécimen raro. Aquí roba el rico, roba el pobre, roba el ignorante, roba el instruido. En fin, ¿a dónde iremos a llegar? Nunca como ahora hay tantos controles y sin embargo, nunca como ahora hay tanta delincuencia. ¡Qué horror! Se cumple lo que decía Hobbes en El Leviatán: “El hombre es un lobo para el hombre”. Aquí en Colombia se roban hasta un hueco. Aquí más que reformas tributarias, necesitamos un control diáfano y trasparente del erario. Si fuéramos estrictos, no habría cárceles para tanto delincuente.

Mire usted, en una encuesta que realizó la firma Hotels.com a 8.600 huéspedes, en hoteles cinco estrellas de varios países, entre ellos Colombia, se llegó a los siguientes resultados. No doy la cifra del total de los resultados, pero sí incluyo a Colombia. Los huéspedes más honestos son los daneses, con el 88% de honestidad; seguidos por los holandeses con el 85%; noruegos, el 84%. Suecia no aparece en la lista de los más honestos, siendo un país nórdico, -qué pena decirlo-, es que ha recibido muchos inmigrantes latinoamericanos y de los países del Norte de África y de la India. De nuestro país, vean este dato: de cien huéspedes colombianos, 57 han robado en los hoteles. ¡Qué tristeza! Y nos quejamos de nuestra situación. He oído a señoras, -algunas de dedo parado- que tienen el descaro de afirmar que trajeron una toalla de hotel Holiday  Inn y exhiben el logotipo de la empresa hotelera; cucharas del Sheraton; servilletas del Hilton y no sé qué más. Con una mentalidad de estas, ¿qué país estamos construyendo? Cuando fui funcionario del sector público e iba con el auto asignado al cargo, a llenarlo de combustible, me preguntaba el empleado de la estación de servicio,  ¿por cuánto le hago el recibo? ¡Qué descaro! Nos vamos acostumbrando a robar y esto se va volviendo lo más natural. Hoy, -aquí entre nos- nadie se confiesa que roba. Hoy se dan los robos hasta en el monasterio de la Madre Úrsula.

Los presupuestos no alcanzan, ¿cómo saciar la voracidad de tanto ladrón? Hay profesionales, apenas de pregrado, que en llegando a ocupar un cargo público  quieren llenar su “hambre atrasada” en el menor tiempo posible. Aquellos que en el aula universitaria combatían la corrupción –por no participar de ella-, ahora se pavonean en lujosos autos –a veces del Estado- cometiendo toda serie de atropellos contra lo que es de todos y es dinero de todos los contribuyentes.

Tranquilo mi querido delincuente, que la cuenta de cobro no llegará muy tarde. Si ha podido evadir todas las “IAS” del Estado Social de Derecho, no podrá huir o comprar la auténtica justicia divina a la hora de la muerte.
*Obispo de Neiva