La crisis de la sociedad Colombiana es el fiel reflejo de la crisis de los partidos políticos. Del bipartidismo que gobernó desde 1848 cerrando las puertas a otras expresiones y pensamientos, que de paso generó la violencia partidista enfrentando a los “Pájaros” con los “Cachiporros” causando destrucción y muerte, hemos pasado con la Constitución del 91 a la feria de las personerías jurídicas para toda clase de partidos y movimientos que ya van en aproximadamente 20, algunos convertidos en fábricas de avales, sin ningún contenido ideológico o programático que justifiquen su existencia.
Pero lo más triste es que los partidos tradicionales, liberal y conservador, que construyeron historia, mala y buena, estén en ese estado de postración ni siquiera como espectadores, sino como corresponsables de un gobierno de izquierda que está en su derecho para imponer el proyecto de cambio que ganó en las urnas, a gobernar con los suyos y sus ideales.
Petro tiene todo el derecho de intentar destruir la seguridad energética, el sistema de salud, convertir terroristas y narcos en gestores de paz, a los conductores y usuarios de Uber en delincuentes y a los delincuentes de primera línea en víctimas, pero sin la complicidad del partido conservador.
No podemos aceptar que el partido conservador, el defensor de la libertad, la autoridad, la seguridad, la vida, la familia, las creencias cristianas, la iniciativa privada, se esté convirtiendo en cómplice, cuando ideológicamente es la antípoda del gobierno Petro y como contradictores ideológicos son tratados con desdén.
El partido que estaba en su mejor momento con los resultados en las elecciones de marzo 2022 no entendió su responsabilidad histórica, asumiendo la vergonzosa conducta de cambiar convicciones y principios por lentejas. Alguien dijo fuimos uribistas con Uribe, los más Uribistas; fuimos Santistas con Santos, los más Santistas; fuimos Duquistas con Duque, los más Duquistas. Ahora somos Petristas, los más Petristas.
Como puede un partido que no detenta el poder llegar a él si no ejerce una oposición constructiva con el libre derecho a la crítica a los actos del gobierno en sus equivocaciones y sin ninguna vergüenza reinterpreta todos sus principios, su ideología.
Se vienen las elecciones de octubre donde el pacto histórico buscará la consolidación utilizando los partidos de gobierno, a los que le coarta su derecho de disentir, al derecho de crítica, conminándolos a acompañar las propuestas de gobierno. Finalmente, de eso se trata ser partido de gobierno.
Nuestro dilema es abandonar la casa que siempre nos ha albergado o frentear para recuperar la dignidad y la coherencia, con ideas claras, liderazgos insobornables. No es el momento de desfallecer. No es el momento de huir pues por más oscura que sea la noche siempre hay un amanecer. Las elecciones de octubre nos deben encontrar más motivados que nunca, con vocación de poder.