La Nación
La diosa razón 1 18 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

La diosa razón

Froilán Casas Ortiz

Obispo de Neiva

Desde que apareció el homo sapiens, el hombre le ha dado culto a diversas realidades, ordinariamente extrínsecas al hombre mismo: ríos, montañas, bosques, etc.; con el correr de los tiempos le dio culto al mismo hombre centrado en el endiosamiento del poder político: culto al jefe de la tribu, rey, emperador, faraón, etc. Quienes detectaban el poder se llenaban de aureolas de divinidad y exigían de sus súbditos, adoración. El mismo fenómeno se da hoy, bajo otros parámetros y esquemas, pero el denominador es común. Endiosamiento del poder económico; los griegos denominaban este sistema como la plutocracia; fenómeno que se da hoy, con títulos distintos. En diferentes formas el ser humano ha pretendido desconocer al Creador. Rompe la ley natural y hace su propia moral, condicionada a sus caprichos mezquinos y excéntricos, como cuando el salvaje Calígula, ordenó adorar a su caballo, el impetuoso o incitato, lo proclamó cónsul. ¡Ah, cuántos hoy emplean el poder con excentricidades similares o aún peores! Cuando el hombre se cree dios, comete los más horrendos crímenes. Su locura no tiene límite. Otro endiosamiento que hace el hombre y lo sigue repitiendo, presentado con otras portadas, es el culto a la ciencia. ¡Cuidado! Una ciencia, una investigación sin ética puede llevar a la destrucción del mismo hombre. Por favor, no vayamos tan lejos: ¿De dónde proviene el coronavirus? La maldad del hombre de la revolución francesa, no conoció límites. Corrieron ríos de sangre por el país galo. Una muchedumbre cegada por la pasión comete los más viles delitos. El llamado siglo de las luces, mostró la soberbia del hombre hasta el paroxismo de borrar con agresividad cualquier vestigio del nombre de Dios. Tal sería la aberración humana, ebria por el poder, que borró del calendario el nombre de Cristo. En línea nietzsheana, el dios cristiano es una “bestia hedionda” que debía ser sepultada por el hombre. Se le dio tanto poder a la razón que se suplantó la escultura, emblema de la cultura francesa, Nuestra Señora de París y allí mismo se levantó la enorme escultura en honor a la diosa Razón. ¡Pobre hombre, tan grande y tan pequeño! No ha sabido aprovechar su grandeza, cayendo en las más abyectas flaquezas. La grandeza con  que el Creador creó al hombre no es para que él se sienta Dios. ¡Hombre! No olvides que tú sigues siendo criatura. Con frecuencia la soberbia oscurece la inteligencia, llevando al ser humano a los más tristes descalabros. El hombre no ha querido entender las consecuencias de los errores del pasado, ¡qué terco!, los sigue repitiendo. Tanto monstruo de la humanidad que ha tenido un fin fatídico, pero no se ha querido aprender la lección.