La Nación
COLUMNISTAS

La educación es el camino

Quizá yo no sea el más indicado y preciso para decir lo que usted se dispone a leer; pero lo que sí es preciso, es reflexionar acerca de lo que hace algunos meses me ha venido saturando la cabeza en torno a una afirmación cortante y tajante que dijo una gran maestra, de quien tengo la dicha sea mi jefa. Ella, con tonalidad penetrante sentenciaba lo siguiente: “En la actualidad, las universidades no están formando maestros, están graduando instructores”. Confieso que me puso a pensar. Desde aquel entonces, he reflexionado acerca del papel del maestro y la maestra, a sabiendas que hay revoloteando en este valle de lágrimas, personas sumamente ilustradas al respecto, pues el número de marcos colgados en las paredes así lo hacen inferir. No obstante, hace falta la palabra del neófito en este oficio; de aquellos idealistas que creemos que aún este atolladero tiene salida.
Mientras alimentaba mi encrucijada existencial, llegó a mi retina un artículo acerca de cómo la enseñanza ha perdido su prioridad. En él habían retomado la experiencia de un profesor de 62 años que renunciaba después de cuarenta años de servicio, pues creía que la educación había dejado de existir. Mientras lo leía con detenimiento, anclé mi mirada a una expresión que más dilató mi cuestión: “trabajar hoy como profesor ya no tiene sentido”. ¡Plop! Recordé de modo fugaz cómo hace algunos años los estudiantes tumbaron una reforma a la educación que claramente la sentenciaba a introducirla en la lógica mercantilista y utilitarista. Pensé que ahí estaba en parte la justificación del por qué las universidades ya no están formando maestros, sino instructores. Si la universidad se postra al servicio de las dinámicas mercantiles, entonces se estaría corriendo el riesgo de eliminar el factor humanista de las alma mater del país. ¡Eureka! Creí haber alcanzado la respuesta a mi encrucijada. Pero no. Debía ser consciente que algo tan delicado no podía comprenderlo al ritmo de unos raciocinios. En efecto, cada vez confirmo que nuestra mentalidad gravita en torno a la producción, fabricación y transformación de la materia. De lo que se deduce, que la opción por las carreras de este orden sean las más apetecidas.
No sé hasta qué punto, los docentes de las nuevas generaciones sean transmisores de un mal ejemplo. Si bien, la educación es una actividad humana para humanos, ¿por qué entonces en lugar de cuantificarla, se cualifica? ¿Por qué en lugar de cosificarla, no más bien se humaniza? Creemos que muchos son los caminos que nos llevan a la educación; pero nos olvidamos que la educación es el camino mismo. Sé que se lee de maravilla, pero la realidad puede ser interpretada desde otra óptica. Justamente, las universidades no están formando maestros, ya que los maestros se forman en el trasegar diario de su acción combativa en el aula de clase al tratar de persuadir a niños y jóvenes de que sin educación, la vida es más áspera de vivirla. Por último, quiero re-afirmar algo contrario a lo dicho por el experimentado profesor de 62 años, que trabajar hoy como maestro sí vale la pena, porque no es un sacrifico, es una donación.