La Nación
COLUMNISTAS

La frustración de un padre

Sin temor a equivocarme los padres de familia experimentan sentimientos de frustración al ver cómo en el intento de educar, orientar o corregir a sus hijos, la respuesta que de ellos obtienen resulta en apariencia indiferente, distante o ingrata, generando tristeza y desolación frente al esfuerzo realizado y el esmero con que hacen las cosas por ellos.
 
Si bien las personas no nacen sabiendo cómo ser padres cuando lo son procuran cumplir con amor y responsabilidad el rol que les asiste; en el camino se van puliendo, mejorando con esmero, voluntad y deseos de hacer lo mejor, pero no siempre la tarea resulta satisfactoria, porque en ocasiones a los hijos les cuesta mirarse y asumir el rol que les corresponde, con poco sacrificio de su parte y en cambio sí muchas exigencias, hacen de la paternidad un reto más difícil de asumir.
 
La mayoría de los padres con decisión y voluntad, luchan por sacar de sus vidas actitudes insanas, temores, complejos o rencores que puedan lesionar a sus hijos; no desean que sus hijos vivan las mismas necesidades que ellos vivieron; gracias al amor, los valores humanos, las convicciones, la valentía, la humildad y el deseo de superación, procuran hacer lo mejor por ellos, ofreciendo en ocasiones mucho más de lo que ellos pueden dar, presentándose en determinado momento una crisis generacional, frente al respeto y la obediencia entre los mismos.
 
Dentro de la convivencia familiar esto se puede considerar normal, el asunto es no permitir que las respuestas de los padres se aferren a modelos de comportamiento aprendidos de sus propios padres, esperando que sus hijos acaten con la misma obediencia que ellos lo hicieron. Se debe tener en cuenta que la sociedad ha modificado la familia, hay mayores separaciones, divorcios, familias uniparentales, reconstituidas,  salida de la madre al mundo laboral o ausencias frecuentes del padre.  Lograr una convivencia enriquecedora conlleva a reconocer los sentimientos, creencias y actitudes que se activan durante la parentalidad, el efecto del comportamiento de los padres y el impacto que tiene sobre los hijos.
 
Las actitudes de los hijos no deben predisponer a los padres a actuar de manera positiva o negativa; deben ser consideradas como indicadores del clima emocional, lo adecuado o inadecuado de su relación; evitando entornos y ambientes familiares en conflicto, donde la frialdad, el rechazo o el castigo imperan o por el contrario, una familia donde no existen normas ni límites, convirtiendo a los padres en permisivos o negligentes, incumpliendo la función protectora, educadora y formadora que todo padre de familia debe cumplir.