La Nación
OPINIÓN

La historia que escriben los vencidos

Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, y en verdad a día de hoy ello se ha cumplido. No sabemos por ejemplo lo que pensaban los cartaginenses sobre su general Aníbal, sin embargo es amplia la literatura romana que habla sobre las victorias obtenidas por Roma en el desarrollo de las guerras púnicas. El domingo pasado, en las elecciones presidenciales se habló como es lógico de la victoria del Candidato- Presidente Juan Manuel Santos, quien muy fiel a su calidad de jugador de Póker usó su mejor cara y logró despabilarse en la recta final, haciendo alarde de su capacidad exclusiva de alcanzar la paz. Así como de un nutrido número de piezas publicitarias, adicional a los espacios institucionales que descaradamente utilizó en favor de su candidatura ¡y lo logró! Por otro lado están las personas que votaron por el candidato perdedor, que representaron casi la mitad de los que fueron a las urnas este 15 de mayo, pero como nadie habla de los segundos lugares, esta vez no ha sido la excepción. 

Cabe analizar en todo caso lo que significó esos casi 7 millones de colombianos que no votaron por Santos. En primer lugar, ni son 7 millones de paramilitares ni mucho menos personas ávidas de sangre y deseosos por perpetuar la guerra miembros de la extrema derecha que raya con el nazismo. Son colombianos que han vivido los mismos embates de la guerra y que también añoran con el día en que la paz sea una realidad en Colombia. Esos votos representan a los colombianos escépticos del proceso de La Habana, que están en todo su derecho de hacerlo, por cuanto el pasado y la actualidad han demostrado de manera ostensible y palpable que no se puede confiar en las FARC.
 
Ganó la “paz” y esperamos escribirla sin comillas, pero esa falsa imagen de Mandela que ha tratado de proyectar Santos, aunado a la manera grosera y politiquera con que aceleró las negociaciones en Cuba en la recta final de la campaña electoral aumentan la incredulidad de muchos. Esos siete millones representan también a aquellos votantes que estaban abiertamente en contra de la corrupción, que es a día de hoy el mayor generador de violencia en nuestro país. La corrupción- también conocida como mermelada- no es más que la inequitativa distribución de dineros públicos (o privados con miras a ser compensados con dineros estatales con mayores dividendos) que terminan condensados en las manos de unos pocos caciques políticos quienes a cambio de dicho aliciente, conducen a los más necesitados de las regiones más vulnerables del país para depositar su voto por quienes se han “acordado” de ellos en épocas de elecciones ya sea con un mercado, una teja o un billete. Y no los culpo, es el único momento en que los políticos se acuerdan de ellos y se acordarán, finalmente ante una miseria tan grande como la que existe en Colombia, una teja o un mercado aunque muchos no lo crean, hacen la diferencia.
 
Por supuesto, cuando hablamos de miseria, tendríamos que hablar de toda la que existe en el país, pero no hay mejor ejemplo del que se vive en las regiones costeras, pacíficas y atlánticas sin distinción. Tal vez el candidato Zuluaga para muchos no representaba la solución a la corrupción y el clientelismo, pero ciertamente cualquier candidato que fuera en contra de la maquinaria estatal concentrada en la figura de un candidato-presidente, con todo lo que representa tener el presupuesto de la Nación a sus pies, es un contendor válido. Hoy me apena decir que ha ganado el Liberalismo y como no, el  seudo conservatismo  y la izquierda más rancia, y más comprometida con eso que llamamos corrupción y que ha demostrado otra vez más  que la plata convierte a candidatos, en funcionarios.
 
Ganó Samper y su combo, ganó el conservatismo “liberal”, ese grupo de elegidos por el partido conservador  que hoy representan una suerte de grupo de “daltónicos” políticos que no entienden que los partidos existen y se diferencian por una cuestión de ideas y principios. Ganó lucho Garzón, el izquierdista más capitalista que existe y del cual por dicha denominación no diré nada más.
 
La luz que se avizora a lo lejos es la de esos siete millones de votantes que hoy demuestran que en el momento indicado, con el candidato o candidata más idónea, que encarne una serie de valores y principios claros, austeros y congruentes la balanza se inclinará hacia este. Por lo pronto que haya paz, no en vano, aquí lo único cierto es que este es  el mayor anhelo de todos los colombianos (aparte de tener educación de calidad, optimo sistema de salud, trabajo estable y una pensión segura).