La Nación
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LA LINEA PEQUIN por Alvaro Carrera

Desde que los predicadores de occidente, hace más de un siglo, viajaban a conquistar a la inmensa China para la fe cristiana, parece que todas las profecías sobre la gran nación han fracasado. Desde que los predicadores de occidente, hace más de un siglo, viajaban a conquistar a la inmensa China para la fe cristiana, parece que todas las profecías sobre la gran nación han fracasado. Después de desaparecer el milenario quimono y el matrimonio con mujer principal y sustitutas, parecía que el comunismo, otro invento de occidente de la era victoriana, se iría a quedar con el gigante oriental, pero no fue así. Al politburó máximo se le ocurrió la filosofía del gato que caza ratones, no importa el color; y el gigante se apresuró a amistarse íntimamente con el capital occidental. El mismo capital al que en Colombia le hicimos mala cara en la era de la Cepal (años sesenta y setenta). Entre otras, era una manera de recuperar el tiempo perdido. La nueva era del gato capitalista chino, abre enormes interrogantes para el futuro de la humanidad, en la aldea universal. No se trata solo del crecimiento económico, que puede llevar a esta potencia a ser la primera economía del mundo. Una derrota yanky, pero no del capitalismo, desde luego. Es el trasfondo político, ético, cultural y hasta místico. Podría significar la derrota definitiva de los ideologismos, u otro peligroso poder nuclear amenazando la humanidad. Tal es el enigma de la irrupción china en el mundo moderno. Buen tema para que se desvelen los politólogos, los profetas de la lucha de clases que subsisten, los que se torturan con el apocalipsis y hasta los profetas místicos. Lo primero, descartar aquello de la cultura milenaria, concepto deficiente. Confucio y Buda, y su literatura sapiente como la tiene el pentateuco y de la que carece el Korán, no lo garantizan. Las tradiciones en este caso, fueron arrastradas y borradas en las marchas de la Revolución cultural de Mao. Puede decirse, que si en alguna parte el hombre puede estar abierto a un nuevo mundo, es en la China. Puede tolerar muchos dioses o ninguno; puede caer en la superstición, como en el pragmatismo del capitalismo y evolucionar a la democracia ejemplar como ocurre en Japón. Lo anterior significa que el gigante puede contribuir y decidir por la paz y estabilidad del mundo. Pero observar a una ínfima minoría dominar abusivamente a una muchedumbre de miles de millones de hombres, jugando al comunismo teórico y al capitalismo salvaje al mismo tiempo, deja una sensación de incoherencia total en la naturaleza humana, para que pueda engendrar una tranquilidad. Surge la posibilidad de que nuestro mundo, apocalípticamente esté nadando en sus límites existenciales. Confiemos en que la gran aldea seguirá evolucionando y superando sus crisis.