La Nación
OPINIÓN

La Mala Paga

Juliana, como llamaremos a la protagonista de este relato, apaga su computador y se dispone a salir de las instalaciones de la entidad pública donde trabaja, ya son más de las 9:30 de la noche, el horario de salida: 6:00 de la tarde. Su tardanza al salir se debe principalmente a algunos proyectos que el Gerente de la entidad le encomendó proyectar debiendo estar listos esa misma noche. A la mañana siguiente, debido al cansancio de la noche anterior, Juliana decide retardar un poco la llegada a la entidad para recuperar un poco de energías, pero lo que no se esperaba era que el mismo jefe, que indirectamente la obligo a quedarse hasta las 9 :30 de la noche, le iba a reprochar sus quince minutos de tardanza. Las semanas pasan y Juliana se esfuerza –como siempre- a realizar debidamente el objeto de su contrato, sin embargo una mañana sin previo aviso, le comunican que “no iba más con nosotros”. La noticia, como era de esperarse, le cae como un baldado de agua fría, pero ante ello sabe que poco o nada puede hacer, habla con el Gerente, al que tantas veces le salvó el pellejo, pero este, únicamente responde que, por cuestiones de política tuvo que hacer ese cambio, que ella ya sabía cómo eran ese tipo de cosas pero que en todo caso agradeciera que tuvo “trabajito” por un tiempo. Como si esto no fuera suficiente, días después es contactada por personal de la Entidad, quien le avisa que debe ir a hacerle la inducción a la nueva persona que ocupará su antiguo cargo; ella quien no estaba obligada a hacerlo, va gustosamente. No pasan muchos minutos para que Juliana pueda advertir, que la inducción sería perdida, su reemplazo carece de toda idoneidad, en todo caso le enseña lo que más puede. Casi un mes después, Juliana recibe su cheque, y así, con más penas que glorias termina su historia en esa Entidad del Estado, lo peor de todo, su cheque casi queda en nada después de hacer los descuentos por concepto de seguridad social, estampillas y las mil rifas que le hicieron comprar. Esta historia, que pudiere parecer de la vida real es producto de la ficción por lo que, cualquier parecido con la realidad, se debe a una mera coincidencia, coincidencia que viven miles de Colombianos que como Juliana se encuentran vinculados a las Entidades públicas a través de los famosos contratos de prestación de servicios. ¿Qué es el contrato de prestación de servicios? La ley Colombiana lo contiene, y es a grandes rasgos una forma de contratación estatal que se encarga de suplir situaciones operativas o de carácter profesional de una entidad en el evento de que no hayan en la planta de personal, funcionarios que cumplan con ese perfil específico, tienen además la particularidad de que se pueden celebrar de manera directa sin el control ni procedimientos de otras modalidades de contratación como la licitación pública a modo de ejemplo. Por otro lado, en términos politiqueros, el contrato de prestación de servicios, es la moneda de cambio que los políticos usan para cuidar su electorado. Gracias a esta figura muchos de ellos pueden prometer cargos a cambio de votos y la buena o mala gestión de un político, hoy se mide más por su capacidad de meter amigos a trabajar que lo que por Constitución y ley se espera que hagan. No hay duda que bien utilizada, esta figura da buenos resultados, pero por otra parte, el carácter mercantilista que adquiere, y que cada día se hace más marcado, da como resultado, primero una explotación por parte de las personas que aceptan ese tipo de contratación, quienes llevadas por la necesidad, aceptan creyendo que se trata de un contrato laboral. Además, el desmejoramiento del servicio, las entidades públicas por lo general se valen de esta figura para que los contratistas atiendan público, sin haber hecho siquiera un curso de atención al usuario, y cuando este se queja, se le dice “lo siento, lo atendió un contratista, no le podemos iniciar un proceso disciplinario”. Y finalmente, la impotencia de quien le finalizan su contrato, viendo como todo su esfuerzo, su lealtad y su compromiso se va a la basura gracias a alguien que con menos calidades y aptitudes demostró tener un “padrino” político más influyente, la guerra perdida de quienes presentando una hoja de vida envidiable pierden su tiempo al optar por un contrato que ya tiene nombre propio, llámese concejal, alcalde, primera dama o diputado. Esperemos que a Juliana le vaya mejor en su vida de “ficción” con sus hijos y deudas también….. “de ficción”.