La Nación
COLUMNISTAS

La moral pública

¿Acaso existe la moral pública en nuestro país? Pareciera que no. El robo va haciendo carrera. Lo grave es que ya en el colectivo social, robar hace parte de la vida cotidiana. Se roba en el sector público y en sector privado. No  hay conciencia de culpa hasta el punto que la honestidad  no hace parte del código moral. Estamos llenos de códigos sobre el manejo de las cosas del Estado y, sin embargo la honestidad aparece muy esquiva. Las Leyes 80 y 1150 con sus respectivos decretos reglamentarios están bien hechas. ¿Se cumplen a cabalidad? El Estado cada vez tiene  más herramientas para combatir la corrupción. Sin embargo, los resultados son efímeros. Las llamadas “ÍAS” aparecen por doquier. ¿Hay objetividad en los juicios? He visto tantos odios en algunos estamentos de la justicia que sus fallos pareciera que estuviesen respaldados por la venganza y la animadversión. Los otrora odios partidistas aparecen bajo otros títulos. Al país lo veo polarizado. Si buscamos la justicia transicional para los graves delitos, ¿por qué no la aplicamos a los de menor cuantía? La ética debe aplicarse en todas las decisiones. Los discursos marcados por el odio, están generando violencia.

Si aplicáramos la Ley 734 Código Disciplinario Único, ¿cuántos funcionarios estarían investigados y algunos de ellos estarían en la cárcel? Pero, ¿para qué esta Ley si en la práctica no se aplica? El directivo que quiera poner orden en su empresa, si empieza las investigaciones, resulta más “empapelado” que los supuestos sindicados. El empleado está parapetado en la llamada “carrera administrativa” que quien lo quiera remover, se va primero el jefe. Se han “logrado” tantas gabelas en la burocracia estatal, que así se cometan los peores delitos contra la cosa pública, los funcionarios siguen tan campantes en su descarada irresponsabilidad. La tutela de los derechos individuales arrasó con los deberes sociales. Gana el que más verbo tenga.

No hay conciencia que los bienes del Estado son patrimonio de todos los colombianos. Por fortuna he encontrado servidores públicos que hacen auditorías honestas en las obras de interés público. El despilfarro del erario es alarmante. El asistencialismo de los gobiernos benefactores  y populistas va generando una mentalidad de pobre  para consumir con agresividad los aportes que damos todos los contribuyentes. ¡Cómo se despilfarran nuestros impuestos!, ¡cómo se ganan avemarías con el dinero de los contribuyentes! La escalada de inmoralidad pública llega a todos los estratos. El que roba poco es porque no puede robar más, pero la actitud es la misma. Llevarse una resma de papel de la oficina es tan grave como llevarse un “porcentaje” en la contratación.  Dice el libro Santo: el que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que es infiel en lo poco, será infiel en lo mucho. Pero ¿qué esperamos? Si ya desde la casa  se enseña la deshonestidad. Gritamos a todos los vientos que el vivo vive del bobo. Cuando un niño sustrae subrepticiamente algo del supermercado, al llegar a casa y mostrar el producto, la mamá le dice: “Este niño salió más vivo que el papá”. Si celebramos el robo, ¿qué será de este ciudadano mañana?
+ Froilán, obispo de Neiva