La Nación
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La paz: ¿será posible?

El discurso mediático de la Paz, da la impresión que, va calando en ciertos sectores. Medir los contenidos, alcances y viabilidad, exige reflexión específica sobre los desafíos que su construcción implican.

Es preciso recabar, que la paz es un deber y un derecho de todo ser humano.

La paz no se decreta, ni aparece de la noche a la mañana, por firmar unos acuerdos. La paz se construye. Los acuerdos entre las partes contendientes, gobierno y Frac, que se debaten y negocian en La Habana, deben servir de marco político-social y metodológico, para definir y desarrollar cambios de fondo, que aseguren  condiciones  para superar las causas que originaron el conflicto. Sin superar y revocar con hechos ciertos, las causas del conflicto, es imposible construir y disfrutar condiciones de paz ciudadana.

Hay quienes creen que las negociaciones se han prolongado mucho, en el tiempo. La negociación es muy compleja. Precisa acordar términos de decisiones, que al hacerlas efectivas en la práctica, indefectiblemente afectan poderosos y seculares intereses, económicos y políticos de las élites y usufructuarios del poder político y económico.

Si la simple concreción de términos, está demandando años, el desarrollo, cumplimiento y consolidación de cada uno de esos acuerdos, demanda tiempo, voluntad política, recursos económicos y responsabilidad y solidaridad social integrales.

Es innegable la existencia de enemigos declarados, solapados y encubiertos de las negociaciones del acuerdo.

Si se firma, la extrema derecha terrateniente, financiera, militarista, politiquera, venal y burocrática, desarrollará todo tipo de estrategias, incluidas las más perversas y criminales, para dar al traste con la construcción de condiciones materiales, económico y social, que hagan posible, en el largo plazo, condiciones integrales de paz. Esa que tantas generaciones soñaron, que no pudieron disfrutarla, teniendo absoluto derecho a ella.

Hay un hecho práctico y fatal, que parece no ha tenido cabida en los diálogos de La Habana y que sin derrotarlo, no será posible la edificación de la paz.
Es el devorante chancro de la corrupción pública y privada, que ha permeado toda actividad pública y privada nacional y que el Régimen vigente cohonesta.

¿Por qué lo cohonesta?

Porque retóricamente pretende erradicarlo con paños de agua tibia, mientras política y económicamente el Régimen disfruta de sus dividendos.

La corrupción es factor que junto con las maniobras perversas de la extrema derecha, ahora con bancada cacareante en el congreso (aunque siempre ha tenido), la venalidad de la justicia, la politiquería, y el clientelismo son suficientes para malograr las buenas intenciones, de quienes creen en la paz y pretenden constituirse en constructores de ella.

Cimentar condiciones de paz, obliga garantizar acceso a la tierra, al que la trabaja. Reducir paulatinamente, en forma cierta la pobreza y la miseria. Garantizar el derecho al trabajo con salarios dignos. Garantizar educación y salud de calidad a todos los ciudadanos (¿y que hará con el negocio de los privados?), (¿y el TLC y las multinacionales y gabelas al capital transnacional?) y rehacer la soberanía nacional. Redistribuir integral y equitativamente el ingreso. Resolver la tiranía-condena del desempleo e informalidad, etc.

Pero, reiteradamente el gobierno dice que en La Habana, no se negocia el sistema político, ni el modelo económico. Y estos, con sus representantes en el poder, desde siempre, son los responsables únicos de todos los factores que generaron el conflicto que negocian.

¿Viable la construcción de la paz, como alegremente lo platea el gobierno? Amanecerá y veremos, es común decir.