La Nación
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La paz sin adverbios

Embajador en el Vaticano Guillermo León Escobar, saludos mil. Leí en la prensa que lo pusieron a montarle la perseguidora al senador  Uribe Vélez en Roma para entregarle la carta que le envió el presidente Juanpa invitándolo a la cháchara por la paz. Nunca lo pescó. Falta de confianza, quindiano embajador. De haberme consultado le habría sugerido que lo buscara en los sitios más aburridores de Roma, donde vendan piza paisa, en el apartamento del cardenal Darío Castrillón, en el cuarto de soltero de su antecesor en el Vaticano César Mauricio Velásquez, o en la fuente romana donde se sumergió, ligera de equipaje, ese tsunami de erotismo llamado  Anita Ekberg, para la película 8 1/2 de Fellini. Ya sabe a quién debe consultar si lo ponen otra vez de cartero.
 
Dr. Humberto De la Calle, reciba mis demoradas felicitaciones por cumplir setenta años el mismo día que los franceses celebran la toma de la Bastilla, el 14 de julio. (“Septuagenario: palabra terrible tanto por su forma como por su contenido”, en opinión del cronista español Julio Camba). Lo que no sabía es que su manzanarense educación es más joven que yo: le llevo unos meses, así que de acuerdo con los postulados del padre Astete me debe respeto y acatamiento. Pero si no cree en Dios menos va creer en el catecismo del jesuita. Así que lo exonero de obligaciones. No me tiene que dar chivas relacionadas con las conversaciones en La Habana, ni entrevistas, ni traerme cigarros Cohiba, ni efectivo viagra cubano que venden barato, ni regalarme auténtico ron cubano,  ni gastarme invitación a escuchar boleros en “Dos gardenias”, ni invitarme a unos de los paladares, esos ricos guantánamos gastronómicos habaneros, ni llevarle saludos a la holandesa Tania, el arma secreta de las FARc. Ahora, como el expresidente Uribe reculó y está dispuesto al diálogo si se dan algunas imposibles condiciones, aprovecho para notificarle a la mesa que también impongo una condición para votar por el sí: que no haya un solo adverbio terminado en mente en el texto final.
 
Le respondo una colega residente en París que me pregunta cómo son las discusiones en Medellín alrededor del proceso de paz con las Farc:
Abuela atea: Aquí en las reuniones es mejor cortar por lo sano y no avanzar en charlas en las que el expresidente Uribe está de por medio porque de otra parte terminaríamos dándonos en la reverenda jeta. Además, si se pillan en una inofensiva piñata o en un almuerzo que no eres uribista te miran maluco, golpeado, te dan la presa más chiquita y te sirven el ron bien aguado, sin limón, sin gotas amargas, sin hielo, mejor dicho, te sirven ron en las rocas sin hielo y sin ron. Mis paisanos adoran al expresidente que nunca ríe y no permiten que se diga esto en contra suya.